Todo irá bien
Mi querido Fèlix
Tal vez Fèlix Mozo, alma y dueño del restaurante Simpson, antes en Llafranc y ahora en el Mas Ses Vinyes de Begur, es uno de los personajes de la restauración catalana más singular y temido, por su carácter acibarado
Mi abuela me decía siempre que llevarse bien los clientes simpáticos y disfrutones no tenían ningún mérito y que el oficio se demostraba conquistando a los ariscos, a los gruñones, a los malhumorados, a los que todo les parecía caro y mal. Yo trabajé poco en Semon, pero he aplicado la máxima de mi abuela en los demás aspectos de mi vida. Me gusta voltear a los bordes, a los que tienen fama de tratar mal a todo el mundo. Me gusta entenderlos, quererlos, descifrar su mecanismo y hacerlos míos. Y como si alguna cosa soy es cliente de los grandes restaurantes, todo ello lo practico con los cocineros y jefes de sala más difíciles y poco dados a las concesiones.
Tal vez Fèlix Mozo, alma y dueño del restaurante Simpson, antes en Llafranc y ahora en el Mas Ses Vinyes de Begur, es uno de los personajes de la restauración catalana más singular y temido, por su carácter acibarado, punzante, poco dado al agasajo. Me encanta Fèlix, no puedo quererle más. Donde muchos ven mal humor yo veo elegante austeridad; lo que tantos han entendido como brusquedad yo lo entiendo como una personalidad definida, que no se deja enjuagar; y soy además muy partidario de la cocina sabrosa y juguetona de su esposa, Maribel Palet.
Simpson depende de la cocina de Maribel, con sus platos donde la calidad del producto es tan indiscutible como el punto de gracia que el estilo de la casa le da, y cabalga sobre la personalidad con que Fèlix los vende y los sirve. Simpson es la cocina de Maribel y el carácter de Fèlix, lo que parece fácil y no lo es, lo que para algunos puede ser abrupto y a mí me resulta encantador. Me gustan los caracteres fuertes, las categorías fuertes, las personalidades cortantes, la contundencia con que los hombres más brillantes que he conocido se defienden, sobre todo cuando no tienen razón.
«Una pobre motorista me ha gritado hoy "fascista asqueroso", cuando cruzaba Gala Placidia. Merecemos un descanso»
Simpson parece que no tiene nada especial y lo tiene todo, y todo en él es especial y no es gratuito y está justificado. Hay una frase terrible, de una tal María Batali, que dice que «lo importante es lo que el cliente quiere comer, no lo que el chef quiera cocinar». Esta deplorable forma de pensar murió atropellada en El Bulli en 1997. Y Simpson acabó de rematarla porque sus clientes sabemos que lo único que en realidad importa es lo que Maribel haya cocinado y lo que a Fèlix le dé la gana venderte: y es sensacional que así sea, porque con los años he aprendido que la voluntad de un cliente es como la de un niño, que redunda siempre en su círculo de seguridades, y así no hay modo de crecer. Simpson esconde un tesoro en cada plato, y normalmente un tesoro inesperado. Y aunque hay gente a la que podrías sorprender hasta con la Torre Eiffel, sorprenderme a mí con un plato no es algo que pueda hacerse de cinco a seis.
Por hombres como Fèlix es que vivir resulta tan divertido. En un mundo tan vulgar y tan blandengue, tan políticamente correcto y oportunista, el whisky doble y sin hielo que Fèlix encarna y representa es una alegría para cualquier persona que crea que la inteligencia es un juego, y que sólo jugar es tan importante como rezar porque no hay nada que nos acerque tanto a Dios.
Merece la pena el retiro de un par de días en Mas Ses Vinyes, idéal pour un petit week-end en amoureux, para poder almorzar y cenar sucesivamente en Simpson y probar todos los platos de la carta y repetir los que más hayan gustado. El hotel, equipado con spa y con una bella piscina, ofrece todo lo que el verano necesita para resultar benigno a pesar de las altas temperaturas que se avecinan.
Que un poco de vigor dé algo de emoción a nuestros días, que un Fèlix seco como la ginebra que más me agrada nos recuerde que la vida es un deber, y que el humor y el amor de las cosas bien hechas nos haga entender de una vez la cantidad de tiempo y de dinero que perdemos en tonterías y cómo cada vez vivimos más lejos de saber lo que verdaderamente nos hace felices.
Una pobre motorista me ha gritado hoy «fascista asqueroso», cuando cruzaba Gala Placidia. Merecemos un descanso. Mas Ses Vinyes, Simpson, Fèlix y Maribel. Todos lo merecemos, también esta mujerzuela de la moto, y quizá ella muy especialmente, porque aunque no sepa entenderlo, ser una idiota es lo más cansado que hay.