Todo irá bien
Un Cielo sin Dios
Lo que comí me gustó mucho pero me interesó poco, y sinceramente creo que, en Barcelona, a 200 euros, se les pueden sacar más provecho gastronómico
He ido a la Cocina Hermanos Torres. Impresionado por la obra de los arquitecos Carlos y Borja Ferrater. Uno de los más bellos y eficaces espacios que jamás ha ocupado un restaurante . En el barrio lamentable de Les Corts, una magnífica nave industrial se alza con toda su esplendor y nobleza. No hace falta ni entrar para rendirse a la imponente arquitectura.
Pero al entrar, cualquier expectativa, por alta que fuera, queda superada por un espacio definitivo, total, que te seduce, y te abruma, te lleva y no querrías estar en ninguna otra parte. Te sientas, miras las lucecitas del falso techo como si fueran los ilumniados nervios de Dios en la negra noche, y partes de viaje sin rumbo cierto, «¿usted es de los que van a alguna parte o de los que simplemente van?», y siemplemente quieres ir a bordo de este espacio sensual y frío, grandioso y acogedor, bullicioso pero donde nunca hace falta gritar para mantener una conversación.
La cocina, en el centro de la pieza, perfectamenre integrada en la sala, y dándole su fuerza y personalidad, su clase y su vigor, no distrae la actividad concreta de cada mesa, ni ningún olor se esparce inadecuademente. Magnífico trabajo técnico, muy difícil de conseguir. El equipo de sala, dirigido por Diego Braga, se desenvuelve con corrección y sin interrumpir las conversaciones de los clientes cuando ha de presenrar los platos. No es un mérito menor. Pero aún son chavales, la mayoría de camareros, y les queda mucho que aprender de Diego, maestro indiscutible en su crucial oficio. Le conocí en Hoja Santa, haciéndome más comprensible el talento infinito de Paco Méndez.
No son exactamente el servicio pero es un detalle muy agradable y sexi que los gemelos sirvan algún plato a cada mesa. Tienen una gracia y un encanto de difícil superación. Su cocina es, como ellos, agradable y bien presentada, en todos los terrenos correcta, técnicamente impecable. Son platos equilibrados, sin errores. Y todos son buenos, en el buen sentido de la palabra buenos. Cualquier queja estaría fuera de lugar.
Pero -y es un gran pero- en la ciudad de Gresca, Coure, Hoja Santa, Pakta o Disfrutar; en la ciudad de Enigma, Estimar o Kru -cuando Éver tiene ganas de cocinar- el Cielo va caro y sentarse a la derecha de Dios, todavía más. El almuerzo en los Hermanos Torres nos costó 200 euros por persona, el doble que en Tickets, casi el triple que en Gresca y en Coure, y algo más que en Disfrutar y en Coure. Y desde luego la distancia económica no se corresponde con una superioridad gastronómica: todo lo contrario. Siendo correcta y exportable, la cocina de los Torres carece de la emoción que por ejemplo tiene Coure o del poder creativo de Disfrutar. No te interpela como cada plato de Rafa Peña, ni mucho menos te diviertes ni te excitas como en Tickets.
Probablemente Cocina Hermanos Torre s sería el mejor restaurante de París -lo que dice más de la decadencia de París que de la inteligencia creativa de los gemelos. Pero en Barcelona el Olimpo está superpoblado de genios y su estratosférico nivel no está al alcance de cualquiera.
Estuve encantado de pasar algunas horas en aquel magnífico espacio, me sentí increíblemente bien tratado por mi querido Diego Braga, y lo que comí me gustó mucho pero me interesó poco, y sinceramente creo que, en Barcelona, a 200 euros, se les pueden sacar más provecho gastronómico que yendo a los Hermanos Torres. Por lo bien que me caen tanto Javier como Sergio, por lo mucho que quiero a Diego, y por lo prodigioso que me pareció el espacio que ocupa el restaurante, me gustaría traerles mejores noticias, pero muchas veces ni la música puede sustituir a las lágrimas y yo podré equivocarme, pero nunca voy a engañarles, aunque decirles la verdad me sangre el alma, como es el caso de este artículo.