Jaume Collboni - Tribuna Abierta
La apagada navidad barcelonesa
«Las luces de Navidad son un reclamo local e internacional. Pero Barcelona hace años que tiene flojos los fusibles»
Hay debates necesarios y los hay imprudentes. Estos últimos abundan en Barcelona. Se acerca la Navidad y como consecuencia de una política estoica, que pone en valor la renuncia a toda manifestación de apego al consumo material, la ciudad se ilumina únicamente lo justo para evitar un conflicto severo con los comerciantes. La verdad es que Barcelona no luce navideña, ni demuestra este espíritu desenfadado que acompaña las fiestas hibernales.
Hay muchas maneras de tratar la locura consumista, pero mal fiarla de entrada, solo supone castigar la economía local y darle alas a un consumo privado que se mueve tranquilamente por los canales digitales de las grandes distribuidoras multinacionales. No iluminar la ciudad, hoy en día, es justamente lo contrario de lo que se predica. No es limitar el consumo para educar en la responsabilidad, sino darle alas a quien poco a poco está sacando del mapa al comercio de proximidad. Hay políticas que podían tener sentido hace 20 años y que ahora son desgarradoramente antiguas y prisioneras de una visión ideológica trasnochada.
Las luces de Navidad son un reclamo local e internacional. Pero Barcelona hace años que tiene flojos los fusibles. Recuerdo una insólita propuesta para iluminar árboles a pedales, un mensaje espartano o luterano sobre el dolor y el esfuerzo. Hay quien vive con amargura este fantástico patrimonio local que es el turismo. Por el contrario, ciudades como Vigo han hecho de la campaña de luces su forma de expresar la confianza en el futuro comercial local.
Sabiéndose hermosa, atractiva y querida, Barcelona debería preparar con esmero sus propuestas turísticas en vez de afearse para evitar que alguien la mire. Comprar en sus mercados, pasear por sus calles bajo la caricia del frío mediterráneo, participar en sus fiestas adornadas por un imaginario tradicional rico y sugerente debería ser tan competitivo como las luces navideñas del centro de Londres, los mercadillos alemanes, los espectáculos de Broadway o las exposiciones de París.
Claro que hace falta iluminar Barcelona y celebrar el Fin de Año con ambición y ganas de invitar al mundo entero, porque de ello se enorgullece la ciudad y con ello progresa el ciudadano.