Coronavirus

José Carles: «Si el Gobierno no consulta al sector privado, acabará con gran parte del tejido empresarial»

El jurista aboga por la figura del concurso de acreedores porque permite la continuidad de la actividad empresarial, con relativa normalidad, y además paraliza todas las deudas

José Carles aboga por la figura del concurso de acreedores ABC

Judit Deig

La juventud de José Carles (Madrid, 1983) y su socio Carlos Cuesta no les ha impedido que su despacho de abogados Carles/Cuesta se haya colocado en sus primeros seis años de andadura entre los 100 mejores despachos de abogados de todo el mundo, según los premios de la publicación británica Global Restructuring Review. Un reconocimiento para este ex banquero de inversión, abogado, profesor universitario de Derecho Concursal en ICADE y miembro del Consejo Asesor de la Sección de Reestructuraciones e Insolvencias del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. Tras el duro pronóstico económico para España por parte de todos los organismos, analizamos con José Carles la situación de nuestro país.

-¿Qué diagnóstico hace de la actual coyuntura?

-La crisis económica tras la pandemia no tiene precedentes. En la recesión de 2008 sufrimos un colapso de múltiples sectores de la economía que se había ido fraguando durante mucho tiempo. Aquella crisis ocurrió para corregir las múltiples imperfecciones del mercado, como la burbuja inmobiliaria. Sin embargo, Covid-19 ha generado un escenario inesperado. Inicialmente ha sido una crisis sanitaria, no una crisis sistémica como la de 2008. No obstante, una mala gestión de las circunstancias en las que nos hallamos terminará derivando en una crisis con esas características. De ahí la necesidad de tomar las medidas oportunas como las que se reclaman desde sectores tan importantes como el turismo o la automoción, motores económicos de nuestro país, que representan el 12% y el 10% del PIB, respectivamente.

-¿Qué nos espera?

-La pandemia y la forma en que está siendo gestionada están generando incertidumbre. Y la incertidumbre es muy peligrosa porque la economía para desarrollarse necesita un mínimo de seguridad. La actual paralización de la actividad económica ha sido artificial. No es que no hubiera demanda, sino que las decisiones legales impuestas han obligado a cerrar a muchos negocios que funcionaban estupendamente. Los efectos perversos de esta crisis van a concentrar los de la anterior de 2008, pero en mucho menos tiempo (en solo unos meses, hasta final de año o los inicios del año que viene). Eso sí, el impacto será tan intenso que gran parte de los negocios españoles no van a poder aguantar el tiempo que haría falta para poder recuperarse.

-¿Las del Gobierno no son las más adecuadas?

-Soy consciente de que es muy fácil criticar desde fuera. Las medidas de contención son necesarias, pero tendrían que haberse tomado mucho antes, como así lo han hecho otros países. Además, entiendo que se debe dar prioridad a la cuestión sanitaria. No obstante, la gestión económica ha quedado relegada y existe una escasa participación de los agentes importantes que mueven la economía española. Para despejar de trabajo al sector público, que tendría que estar centrado en lo sanitario, se debería dar participación al sector privado para que presentara sus propias medidas, con mucho más conocimiento de causa, y que estas fueran luego sopesadas por el Gobierno. Por ejemplo, el sector del turismo parece que está olvidado, ya que, en la mesa en la que se están tomando las decisiones, no hay representación alguna del mismo. El Gobierno debería escuchar cómo el sector del turismo tiene pensado adaptar su negocio para, como dicen desde el sector, tener un «sello covid-free» y después validar o complementar tales medidas. Si para poder abrir un hotel solo se va a poder tener ocupada una habitación o en un restaurante no se van a poder llenar la mayor parte de las mesas y esperan que estos abran como si nada, entonces el Gobierno está demostrando que no tiene ni idea de cómo funciona un negocio.

-¿El sector privado se siente ignorado?

-En España, se le escucha poco. Buen ejemplo de ello son las ayudas acordadas para las pymes, las microempresas o los autónomos. En principio, suenan beneficiosas. Sin embargo, una vez analizadas, uno cae en la cuenta de que únicamente les son aplicables a un número reducido de sujetos o entidades. Las medidas, para ser apropiadas, deben surgir de la escucha a estos sectores y ser efectivas, ayudar de verdad a que los negocios sobrevivan. Por otra parte, en España, existe una especie de demonización de la gran empresa. Sin embargo, se debería reflexionar acerca de l a cantidad de pymes que viven, en parte, gracias a las grandes empresas; pensemos, por ejemplo, en los pequeños proveedores de café a grandes cadenas hoteleras.

-¿Qué debería hacer el Ejecutivo?

-Ayudaría mucho que el Gobierno fuera claro. Entiendo que las fases de desescalada y prórrogas se anuncian por períodos de dos semanas para evitar efectos adversos en la salud mental de las personas. Sin embargo, considero que la actuación del Estado se corresponde con una actitud excesivamente paternalista.

-¿En qué deriva ese paternalismo por parte del Estado?

-La incertidumbre en la que vivimos los españoles nos lleva a esperar a ver qué tenemos que hacer para actuar. La mayoría de negocios, ante esta incertidumbre, no saben cómo proceder. Los españoles somos personas ingeniosas, creativas, y tenemos que sacar a relucir esa parte de nuestro carácter. Las empresas españolas tenemos que mostrar iniciativa propia y hacer nuestras estimaciones, sin esperar a que el Gobierno nos diga qué es lo que tenemos que hacer.

-Explíquese.

-En 2010, por ejemplo, con la aprobación de la Ley Antitabaco, muchas empresas se vieron afectadas porque, ante la falta de información conveniente acerca de la prohibición de fumar en espacios públicos, que sería total y no parcial como se dijo en un principio, se gastó mucho dinero para la adaptación de los negocios y todas esas reformas, finalmente, no sirvieron para nada. De forma parecida, en la actualidad, si el Gobierno actúa sin consultar al sector privado, las inversiones que exija para adaptar las empresas a esta nueva tesitura acabarán con gran parte del tejido empresarial español.

- ¿Los ERTE son eficaces realmente?

-Aunque cueste decirlo, son meros parches que solo alivian el coste fijo del personal con carácter temporal. Pero en la mayor parte de los casos acabarán siendo una actuación contra el propio negocio, porque conllevan que las empresas no puedan despedir en los seis meses posteriores a la terminación del estado de alarma. Volvamos al ejemplo de un restaurante. Está bien que, al estar cerrados, hayan podido aliviar el coste de su plantilla durante el estado de alarma. Pero, ¿tiene sentido que no puedan despedir después si solo se les permite ocupar un tercio de sus mesas? Tendría más lógica pensar que la plantilla habrá de adaptarse a las medidas a las que obligue el Gobierno, porque si no estaríamos ante la crónica de una muerte anunciada de muchísimas empresas españolas.

-¿Qué efectividad espera de la financiación del Instituto de Crédito Oficial (ICO)?

-Este tipo de ayudas puede ser una medida muy acertada, pero en función de cómo y a quién se conceden. Tienen sentido para empresas que prevean que van a recuperar su actividad, pero que necesitan una inyección de liquidez para superar estos meses. En los demás casos, no tienen ningún sentido. Además, por mi experiencia he podido ver que, por lo general, cuando los empresarios se saben beneficiarios de uno de los préstamos del ICO, dejan un poco de lado la preocupación porque tienen resuelto el corto plazo. Sin embargo, esta actitud es peligrosa y, por desgracia, algunos negocios se encontrarán con una deuda mayor, cuando esto acabe. La financiación ha de pedirse con una finalidad, con una planificación y estrategia, y no debería solicitarse sin tener muy claro cómo ayudará a la subsistencia del negocio a largo plazo.

-Entonces, ¿qué alternativas existen para los empresarios?

-Hay que pensar en actuaciones globales, y, sobre todo, en el futuro. Una posibilidad es el concurso de acreedores. Históricamente, el concurso de acreedores ha tenido mala fama en España, porque se ha acostumbrado a utilizar cuando ya no había solución. No obstante, y aunque se asocia solo con la liquidación de la empresa, que suele ocurrir cuando se actúa demasiado tarde, no tiene por qué ser así. Sirve también para salvar los negocios.

-¿En qué consiste el concurso de acreedores?

-Es una solución global a los problemas de falta de dinero líquido en la empresa. El concurso de acreedores permite la continuidad de la actividad empresarial, con relativa normalidad, y además paraliza todas las deudas. No es que sea la panacea, porque no significa que no se tenga que pagar, sino que se basa en hacer frente a las deudas cuando se pueda. Se trata de una estrategia win-win por la que los acreedores aceptan cobrar más tarde y menos y el negocio sigue funcionando; con los beneficios que esto supone, en primer lugar, para la propia empresa y también para los acreedores, por la prolongación de la actividad empresarial que, a su vez, es lo que les permite cobrar.

-¿Considera que los concursos son una respuesta eficaz?

-Sí. No obstante, hay que tener en cuenta que el mismo procedimiento puede tener dos finales: la vida o la muerte de la empresa. Para el final «vida» es muy importante llegar a tiempo y dar confianza a los acreedores, desde el primer momento, abogando por una política de transparencia desde el principio. De este modo, nos encontraremos ante un concurso con solución y no ante un concurso que acaba en liquidación.

¿Cuál sería un liderazgo efectivo en estos días?

-En términos generales, existen dos reacciones humanas básicas ante el miedo o la incertidumbre: paralizarse o huir. Ante una situación como esta, lo normal es que la gente se paralice a causa del miedo y huya de la toma de decisiones. Lo mismo pasa en las empresas. No obstante, existen personas que, pese a saber que se trata de una situación difícil y que las cosas no van a seguir siendo como eran, estudian posibles acciones y deciden, conscientemente, ejecutarlas o no. Un líder efectivo es de esas personas que ni se esconde ni sale corriendo, sino que afronta el problema, lo acepta, lo sopesa y actúa; pensando en su equipo humano, en sus clientes, en sus proveedores, en la sociedad, y, en definitiva, en el futuro. Porque es normal tener miedo, pero lo que nos define es cómo lo gestionamos.

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