Xavier Viura, un poeta del hambre al desnudo
Juan Miñana rescata del olvido a este personaje de la Barcelona libertaria
Federica Montseny, Nicolás Capo y Xavier Viura son tres de los personajes que transitan por 'La novela ideal' (Catedral) de Juan Miñana (Barcelona, 1959). De Federica se sabe que fue anarquista y ministra de la República, pero se conoce menos su faceta de escritora y editora. Al profesor Capo, creador del grupo Pentalfa con su esposa Ramona Perera, difusor de la cultura libertaria y la vida naturista en un terreno cercano a la playa de Gavá deberían conocerlo los veganos que, hogaño, creen haber descubierto la sopa de ajo. Hace más de un siglo, Capo se paseaba con sus acólitos en pelotas y publicaba libros sobre las virtudes curativas del limón, el ajo o la cebolla: trofología, le llamaban.
Xavier Viura, que ya apareció en la anterior obra de Miñana, 'El cielo de los mentirosos' junto al pintoresco Peius Gener, merecía, según el autor una novela aparte. Introductor de Wagner, políglota, poeta del hambre, esotérico icono de la bohemia modernista que D'Ors demonizó, Su triste figura de noches insomnes le parece a Miñana digna de un «Nosferatu local». Vestigio de otra época, Viura cambió su vida; de lo numinoso a lo luminoso: «Derivó de las sombras a la exhibición de los cuerpos desnudos al sol».
El título, 'La novela ideal', alude irónicamente a la colección de quiosco que lanzó Federico Urales y que dirigía su hija Federica: «Auténticas pifias que mezclaban la pedagogía libertaria con las novelitas románticas», acota Miñana.
«El anarquismo fue una floración que se marchitó pronto», añade. Los de Pentalfa despertaban recelos entre el nacionalismo catalán, el comunismo que acabó dominando la República y el nacionalcatolicismo franquista que les persiguió con agua bendita como si fueran unos endemoniados. Al acabar la guerra, detenido y requisada por inmoral su escasa biblioteca, Viura dio con su escuálida osamenta en la Modelo. Murió en 1947, o así lo atestigua una evocación de Agustí Calvet, Gaziel, al referirse «al pobre Viura» en uno de sus escritos: «En la novela le hago morir de perplejidad, aunque lo más probable es que su muerte se debiera a la indigencia… ¡Cómo debía ser su situación para que agradeciera haber comido caliente en la cárcel!», concluye Miñana.