Sergi Doria - Spectator In Barcino
Carta a Carlos Ruiz Zafón desde Sant Jordi
Este abril aguas mil amenazaba al aire libre de los libros y las rosas. Góticas nubes de plomo. Meteorología zafoniana
Amigo Carlos. Supongo que ya lo sabes, porque donde estás todo se sabe, que Correos ha emitido una serie filatélica de escritores contemporáneos que inauguras. Apareces con sombrero, gafas redondas y esa mirada tuya, que traspasa la realidad cual rayos X hasta culminar la alquimia literaria.
Tus novelas siguen gozando de la robusta salud del 'long-seller'. Impartí una clase en el Instituto Vila de Gràcia sobre 'Marina'. El alumnado, 14 a 16 años, había creado una aplicación para móvil sobre las rutas de esa novela que ya forma parte, intuyo que indeleble, de su formación sentimental.
Abducidos por la prodigiosa exégesis de tu tetralogía no pararon de preguntar durante dos horas. No todo se ha perdido entre algoritmos: las buenas historias acunan nuevas generaciones de lectores. Después de tanto teletrabajo y pantallas por la pandemia, el personal quiere leer en papel más que nunca. Otra buena noticia: han abierto nuevas librerías como la Byron. A Daniel Sempere y a Romero de Torres, tus trasuntos literarios, les encantaría.
Este abril aguas mil amenazaba al aire libre de los libros y las rosas. Góticas nubes de plomo. Meteorología zafoniana. A ti, todo lo multitudinario, te daba bastante pereza, reconócelo; pero por Sant Jordi hacías una excepción: aquellas dedicatorias ilustradas con tus queridos dragones ante colas interminables.
Este año, al caer en sábado, los del gremio cultural comenzamos la fiesta el viernes. En mi caso, escritor y periodista, firmé en el Círculo del Liceo junto con nuestro amigo Sergio Vila-Sanjuán; convocados por 'La Vanguardia' en el hotel Alma, los invitados concurrieron a cara descubierta y una sonrisa cuasi perenne que solo se quitaban para saborear el canapé o sorber la copa de vino. Y quien dice vino o cava, dice cola, como la que tú, acérrimo abstemio, frecuentabas junto a los sugus y aquellos habanos que apurabas mirando las aguas tornasoladas del puerto de Barcelona con la montaña de Montjuïc, tan inspiradora, a un lado del horizonte.
Sant Jordi, no nos engañemos, es una fiesta dominada por el 'instant book'. Los escritores de verdad se mezclan con personajes mediáticos que dicen que escriben. No es un reproche: si no existiera habría que inventarla. Cuando, al final de la jornada, se canta la lista de los más vendidos, como si fuera el gordo de lotería, no caemos en que los agraciados por los compradores no suman más del cinco por ciento de la facturación.
La fama de Sant Jordi es tan provechosa en lo económico como efímera en lo literario. Títulos que acapararon la actualidad, se marchitan pronto cual rosa de invernadero: acaban confinados en una estantería, criando polvo en un almacén o en la guillotina que precede a la pasta de papel (¡no sabes lo caro que está el papel!).
Bueno, he pegado tu sello de un euro, aunque no sé si poner dos para que esta carta llegue urgente.
Que sepas, amigo Carlos que, en mayo, a pocas semanas del segundo aniversario de tu partida, verá la luz una lujosa edición postal de 'La sombra del viento'. Aunque te fuiste demasiado pronto, aquí abajo no se te olvida. Los grandes autores son para todo el año. Y para sus lectores, siempre es 23 de abril.