El secreto marciano de Robert Llimós

El artista expone en su casa-taller su pasión obsesiva por criaturas de diferentes galaxias

Las esculturas-alien de Llimós, en su taller de Barcelona ABC

En 2002 Robert Llimós paseaba por unas dunas en la playa de Fortaleza (Brasil) cuando tuvo un avistamiento. «Yo iba a dibujar las plantas y me encontré con una nave rodeada de niebla, de ahí salieron dos extraterrestres, un hombre y una mujer, no vi más», con estas palabras rotundas explica el artista catalán su experiencia marciana.

Esta aventura marcó un punto de inflexión en su obra. «Llevo siete años pintando y esculpiendo estos dos seres alienígenas que me encontré; por desgracia son piezas que no son comerciales pero yo no desisto», comenta Llimós que cree que tiene el deber de representarlos para mostrarlos a la humanidad.

Su casa taller de la calle Sant Pere més alt de Barcelona acoge durante las próximas cuatro semanas «Veure 2», más de cincuenta obras que representan de forma obsesiva su capítulo con estos marcianos. Para redondear la historia, el viernes se estrena en los Cines Maldà el documental «Robert Llimós. Art i Ovnis», de José Antonio López de Espinosa.

«Nadie me entiende»

«Me siento muy solo porque aquí nadie me entiende. Por suerte en Italia me han hecho caso y tuve la suerte de exponer en Roma. Esta muestra que llega a Barcelona ha sido posible gracias a la Fundación Pastificio Cerrer y de Nando y Elsa Perettti».

Ojos grandes y orejas pequeñas. Llimós se acuerda con todo lujo de detalle de los extraterrestres. «¡No me he inventado nada! Represento siempre a la pareja que vi». Quedó prendado pero no ha vuelto al lugar de los hechos. «Primero tenía que hacer los deberes; ahora ya estoy preparado para volver». Llimós quiere que sus obras alienígenas den la vuelta al mundo. «Tengo que enseñar mi trabajo y que las autoridades de todo el mundo sean conscientes que existen otros seres», subraya.

Siete años sin vender son muchos pero el artista no cesa en su empeño de dar a conocer a sus extraterrestres. «Su representación está más cerca de la Giocona que de Goya», apunta mientras deambula por una inmensa sala llena de sus pinturas, dibujos y esculturas.

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