Oviedo: «Tenemos que volver al Liceu de hace 20 años, cuando todo el mundo quería saber qué pasaba aquí»
El director general del Gran Teatre del Liceu, Valentí Oviedo, repasa la actualidad del teatro y la selección del nuevo director artístico
El actual director general del Liceu, Valentí Oviedo (Manresa, 1977) descubrió la ópera gracias al programa educativo de la casa. En séptimo de EGB fue uno de los espectadores de «El Superbarbero de Sevilla», la adaptación para público escolar de la ópera de Rossini. Hoy, su estado de WhatsApp reza: «Building up a new opera time». Con él hablamos de esta nueva era que quiere abrir en el coliseo barcelonés.
El pasado viernes se cerró el plazo para presentarse a la selección de nuevo director artístico. ¿Qué cualidades tendrá la persona escogida?
Deberá seguir manteniendo la posición que ha tenido históricamente este teatro. Las voces son muy importantes para el público del Liceu, y esto debe seguir así. Tendrá que conocer muy bien Barcelona, partir de las raíces de la ciudad y de la sociedad catalana para coger impulso y proyectarse internacionalmente, así como volver a dar oportunidades a creadores de aquí, porque el Liceu es también plataforma de exportación de talento. Será alguien empapado de los valores de Barcelona en cuanto a innovación y creatividad contemporánea, y estará pendiente de la actualidad social de nuestro entorno para incorporarla en el relato de la institución.
¿Todo esto no resta posibilidades a candidatos extranjeros?
No necesariamente, porque también es relevante el conocimiento del panorama operístico internacional, la buena conexión con otros teatros, etc. Ambas cosas son relevantes y compatibles. Para ser únicos y diferenciarnos, debemos mirar a nuestra historia. Tenemos que volver al Liceu de hace 20 años en que todo el mundo tenía ganas de saber qué pasaba en esta casa, y esto no es cuestión de dinero, sino de actitud.
¿Qué le ha faltado a la hasta ahora directora artística, Christina Scheppelmann?
En estos años, ella ha tenido que afrontar las consecuencias de la crisis. Con los recursos de los que disponía ha hecho maravillas. Pero cuando estamos hablando de un nuevo ciclo en el Liceu, a veces las caras también tienen que cambiar. Son matices, y en ocasiones esto va en detrimento de personas como ella, que ha trabajado muchísimo para sacar todo el jugo posible a los recursos disponibles, que ha traído las mejores voces del mundo y que ha permitido mantener una estabilidad en el proyecto en momentos tremendamente complicados.
Usted estuvo cerca de tres años en el Auditorio de Barcelona, menos de dos en el Instituto de Cultura de Barcelona… ¿Al Liceu ha venido a quedarse?
Espero que sí, porque los tempos de un teatro de ópera son diferentes, requieren planificar a largo plazo.
¿Qué le ha sorprendido en estos seis meses?
La complejidad para organizar la programación. Hay que planificar temporadas con mucha antelación y teniendo en cuenta que cada producción necesita un tiempo importante de preparación antes de ponerla en escena. Además, se dan simultáneamente ensayos en la sala Mestres Cabanes, ensayos a piano, ensayos del coro y de la orquesta, montajes de la escenografía, y todo esto limita las posibilidades del equipamiento.
¿Y la situación financiera, no le ha dado sorpresas?
Eso está bien armado. En los dos últimos años, han estabilizado sus aportaciones y desde este punto de vista tenemos cierta salud financiera. Reducir más los gastos, después de estos años, es ya complicado y por tanto debemos trabajar en la gestión eficiente del presupuesto y en ver cómo incrementamos nuestros ingresos propios. Tenemos que desarrollar un buen proyecto para atraer a más gente y a más mecenas y patrocinadores.
¿Cómo se incrementa la ocupación?
La gente quiere venir al Liceu, pero el precio que tiene la ópera a veces es un poco caro. Soy partidario de tener los mismos ingresos con el teatro más lleno que tener el teatro más vacío a causa de los precios. Es importante recuperar una base importante de abonados, que son una fuente de ingresos estable, para poder volver a hacer una programación basada en una actitud contemporánea, pero también en el eclecticismo propio de lo que es el Liceu. En los últimos cinco años ha sido muy complicado hacerlo.
¿De las óperas producidas que ha visto en el Liceu en los últimos años, cuáles le gustaría haber programado y cuáles no?
Elektra, La leyenda de la ciudad invisible de Kitej y La Flauta Mágica de Suzanne Andrade y Barrie Kosky. Lo que no programaría no lo diré, pero esas tres, quizás junto con Maria Stuarda… No he dicho ningún Wagner, que me gusta mucho, pero si estas me han venido primero a la cabeza será por algo.
Tampoco me ha dicho ningún Verdi...