Música

El mérito de salvar los muebles

La Grande Chapelle debutó en el Palau de la Música, pero sin la Escolanía de Montserrat, ya que todos los con lo cantantes tuvieron que confinarse por ser contactos estrechos

La Grande Chapelle, el martes en el Palau de la Música Antoni Bofill

Pep Gorgori

Dejando las cuestiones sanitarias aparte para ceñirnos únicamente al ámbito de la Cultura, esta nueva ola de la Covid está transportándonos hacia atrás en el tiempo. Concretamente, a mediados de 2020, cuando cada concierto nos parecía poco menos que un milagro y nunca sabíamos si se iba a cancelar hasta que estábamos, literalmente, entrando en la sala.

Al Palau de la Música le están tocando, de momento, los tragos más amargos. La semana pasada fue Gardiner, que tuvo que cancelar su 'Enfance du Christ' por casos de Covid entre sus músicos. Este lunes también se cancelaba el recital de Stéphane Degout, parece que por enfermedad común. Y el martes, el esperado concierto con la Escolanía de Montserrat y La Grande Chapelle interpretando motetes y misas de grandes maestros del Barroco Catalán se pudo llevar a cabo, pero a costa de improvisar una solución de última hora.

Cuando estaban literalmente a punto de coger el autocar hacia Barcelona, los niños de la Escolanía supieron que uno de sus maestros había dado positivo de Covid, con lo que todos ellos tenían que confinarse por ser contactos estrechos. Se acordó con las familias que pasarían este confinamiento cada uno en sus respectivos domicilios, pero la participación en el concierto era inviable.

Albert Recasens y los responsables del Palau decidieron, con todo, sacar adelante el concierto. Al fin y al cabo era el debut de La Grande Chapelle en el edificio, y además el patrimonio musical que se iba a interpretar bien valía el esfuerzo: la Misa Escala Aretina de Valls, al lado de motetes de Miquel López que se escuchaban por primera vez desde que se los despertó de su reposo en el archivo del Orfeó Català. Hicieron bien, y hay que aplaudir el coraje tanto del director como de los cantantes. Pasaron de preparar un concierto con alrededor de sesenta voces a tener que actuar sin el arrullo de la Escolanía, con solamente sus trece cantantes. Entre ellos hay varias voces que estamos acostumbrados a escuchar con intérpretes de la talla de Savall, cosa que da cuenta del nivel individual de sus miembros.

Aún así, la potencia y la belleza del sonido de la Escolanía se echó en falta, y la reverberación del Palau no acompañó a un repertorio tan especial, interpretado en estas condiciones. Una tarea excelente de los músicos, pues, que dio un buen resultado, pero dejó con ganas de oir más y mejor.

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