Juan Diego Flórez, derecho a equivocarse
El tenor desembarcó en el Liceo con un recital que mezcla «lieder» de Beethoven y Strauss con grandes éxitos de Verdi y Puccini

Se ha convertido en un lugar común criticar al tenor Juan Diego Flórez por intentar, conforme avanza su madurez vocal, dejar atrás el repertorio que le dio fama en los años de juventud y buscarse el porvenir en nuevos caladeros. Esta voluntad explica que se haya presentado estos días en el Liceo, escenario en el que en las últimas décadas ha triunfado con los roles rossinianos y belcantistas, con un recital que mezcla «lieder» de Beethoven y Strauss con grandes éxitos de Verdi y Puccini. Ni rastro de Rossini, ni tan siquiera del Mozart que ha publicado en disco con una solvencia incuestionable.
Hay que respetar las decisiones profesionales de cada cantante. Al fin y al cabo, son ellos los que mejor conocen su instrumento y sus necesidades personales. Yendo aún más allá: el público y los críticos podemos opinar y juzgarle, pero en cualquier caso no dictaremos sentencia. En un ámbito tan competitivo como el de la lírica, las sentencias a largo plazo las dicta la posteridad. Y a corto plazo, las dictan las propias cuerdas vocales del intérprete: la lista de de condenados a perder la voz prematuramente a causa de malas elecciones del repertorio es amplia.
Todos tenemos derecho a tomar nuestras propias decisiones personales. Con él, viene apareado el derecho a equivocarse y, demasiado a menudo, el derecho a hacer el ridículo. El tiempo, pues, dirá quién tenía razón. Con los datos de los que disponemos hoy, podemos constatar que el tenor sigue teniendo una voz prodigiosa, pero que al mismo tiempo sigue siendo inadecuada para el repertorio que parece que quiere abrazar. No es una crítica: es la constatación de un hecho. Se puede luchar contra muchas cosas, pero no contra la realidad, que es más tozuda que nosotros. Quien firma estas líneas, por ejemplo, quisiera poder ser un Commendatore de voz profunda y potente en el «Don Giovanni» de Mozart, o Julia Roberts en «Pretty woman». Pero aquí me tienen, de juntaletras, que es de las pocas cosas que parece que hago razonablemente bien.
Más criticable es la indecisión en que parece estar instalado el intérprete. ¿Quiere intentar evolucionar hacia el Lied? ¿Hacia Verdi, Puccini, Wagner? ¡Adelante! Pero va a ser difícil mientras sucumba a la tentación de dar bises facilones, de canción italiana y tango guitarra en mano, para arrancar el aplauso del público. Es un tema de credibilidad.