Joan Miquel Oliver: «Hace años que digo que Palma de Mallorca se está ‘barcelonizando’»
El exlíder de Antònia Font presenta en la sala Beckett «Atlantis», trabajo con el que alerta de los desmanes de la sobreexplotación turística

Salió disparado de los brazos de Antònia Font a lomos de «Pegasus», colorista miniatura repleta de pop de fantasía y retrofuturismo doméstico y, apenas dos años después, acaba de aterrizar en otro paraje mitológico para cantarle a un paraíso perdido y a otro que está por perderse. Porque «Atlantis», el nuevo trabajo en solitario del que fuera compositor y guitarrista de Antònia Font, explora la mitología mediterránea y evoca el legendario continente perdido para alertar de cómo los desmanes turísticos están pasando factura a los habitantes de Mallorca. «Hace años que digo que Palma se está ‘barcelonizando’, lo que quiere decir que es una ciudad inviable en muchos sentidos», lamenta un Oliver recién aterrizado en Barcelona para instalarse en la Sala Beckett, donde actúa desde esta noche y hasta el sábado, 22.
Así que, por más que Oliver cante en «Atlantis» sobre agricultores ingrávidos, relojeros peleados con la astrofísica y aviones indómitos, en realidad también lo está haciendo sobre las aglomeraciones que han convertido el Caló d’es Moro en terreno vedado para los propios mallorquines o sobre la sobreexplotación turística del centro de Palma de Mallorca . «Es el disco que, dentro de su cápsula de fantasía, tiene más paralelismos con la realidad social que estamos viviendo, y la razón es que no creo que seamos conscientes del cambio tan brutal que ha sufrido Mallorca en los últimos dos años. Ya no se puede hacer como si no pasase nada», denuncia.
No es la primera vez que Oliver se acerca a través de su composiciones al turismo, tema que ya abordó junto a Antònia Font en «Taxi», pero mientras que entonces se impuso una visión«muy desenfadada y pintoresca» , ahora tocaba dar la voz de alarma. «Cuando salió “Taxi”, en 2004, el turismo estaba muy restringido, no había entrado en la ciudad. Ahora es un problema de primera magnitud: el de no poder vivir en ningún sitio. El alquiler de un piso pequeño que hace tres o cuatro años costaba 300 o 400 euros ahora cuesta 900», relata.
«La Mallorca de nuestra infancia era muy diferente. Hace 25 años era una tierra repleta de poesía», añade un artista que siempre ha defendido la insularidad como uno de los rasgos distintivos que han marcado su personalidad musical. «La música es un arte muy intuitivo y determinado por tu propia particularidad cultural», asegura. De hecho, Oliver siempre ha operado como una suerte de isla con vida propia capaz de encontrar la coherencia estilística en la mezcla de elementos tan dispares como la psicodelia, el pop, la electrónica, la rumba o el reggae. «Muchos músicos son estilistas; militan en un estilo concreto pero no experimentan. A mí eso no me interesa. Voy a lo mío», asegura. De ahí que, añade, sea capaz de «pasar de la electrónica pura a una canción que es puramente eléctrica». O de ahí a «Rumba del temps», «un tema casi acústico, con un bajo antiquísimo y un guitarrón de jota».
La unidad, señala Oliver, no está en el estilo, sino en el lazo conceptual y en la unidad melódica. «Estas doce canciones son como una gran canción. Está todo muy pensado, ya que es muy importante que la escucha sea fluida», explica un músico cada vez más sorprendido con la autonomía que está tomando su carrera en solitario. «Cuando presenté el disco en Palma, había mucho público infantil y juvenil, gente que cuando se separó Antònia Font igual tenía seis o siete años. Ahora, por ejemplo, se puede ver en Youtube una versión de “Rumba del temps” cantada por 60 niños de Alcúdia» , explica. Una prueba más, sopesa Oliver, de que está en el buen camino. «La mùsica es infinita y no se acaba nunca. Es por eso que hago discos», sentencia.