Irene Solà gana el Anagrama de novela en catalán

«Canto jo, i la muntanya balla» se inscribe en la tradición ruralista catalana, en clave irónica

Una imagen de Irene Solà, ganadora del premio ABC

Sergi Doria

El IV premio Anagrama de novela en catalán sorprendió a Irene Solà (Malla, 1990) en un periplo por el sudeste asiático. Como el viaje –planificado hace tiempo–, no se podía suspender, tampoco se cambió la fecha del galardón a «Canto jo i la muntanya balla», advirtió la editora Silvia Sesé. Su ausencia se palió con una conversación telefónica, después de sucesivas –y fallidas– tentativas vía skype.

El jurado que integran Mita Casacuberta, Guillem Gisbert, Imma Monsó, Sergi Pámies, Isabel Obiols y Silvia Sesé ha escogido la novela entre otras treinta por su «energía desbordante y contagiosa , la belleza de una prosa vitalista y llena de texturas y un juego de puntos de vista que fluye con toda naturalidad».

«Polifonía de la montaña»

«Canto jo i la muntanya balla» transcurre en el Pirineo catalán, de Camprodón a Prats de Molló. El título proviene del verso de uno de los protagonistas y subraya la compenetración del relato con el microcosmos pirenaico: «Esas voces componen una polifonía de la montaña», apunta la ganadora. En palabras del jurado Guillem Gisbert: «Solà canta con una lengua valiente e insólitamente expresiva donde baila la realidad más tangible y la que no se percibe».

La historia arranca con una tempestad provocada por nubes panzudas y parlantes y el rayo que mata a Domènec, el poeta payés. Ese suceso dará rienda suelta a una narración coral en la que participan hongos, fantasmas, monstruos mitológicos y fantasmas. Asidua de esos parajes, la autora se ha empapado de lo que podríamos denominar el «genius loci» . Un universo en el que tienen cabida las «dones d’aigua» de las leyendas y hechos históricos como el paso de los republicanos tras la derrota de 1939: «Una tierra de frontera que metaforiza la vida y la muerte, el bien y el mal como parte del universo y la condición humana», acotó Mita Casacuberta.

De formación poética y deudora de Víctor Català o la Mercè Rodoreda de «La mort i la princesa», Solà pasa la tradición literaria ruralista por el tamiz de la ironía. Además del talento narrativo, Sergi Pàmies destacaba «la gran irreverencia y el atrevimiento a la hora de poner la tradición al servicio de un proyecto literario moderno».

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