Las improbables huellas de Orfeo

René Jacobs debutó en el escenario del Liceo con el 'Orpheus' de Telemann

El director René Jacobs ABC

Pep Gorgori

El director René Jacobs no podría haber imaginado una mejor manera de celebrar el día de su 75º aniversario que debutando en el escenario del Liceo, y hacerlo con 'Orpheus', la ópera de Telemann que hace ya un cuarto de siglo contribuyó a rescatar del olvido. Además, estrenó así lo que viene a ser una residencia de tres años en los que presentará, en tres conciertos, las visiones sobre el mito de Orfeo que nos legaron Telemann, Gluck y Monteverdi.

Antes que director, Jacobs fue contratenor y su tino a la hora de elegir voces para sus proyectos no es ninguna novedad. Lo comprobamos una vez más el pasado sábado, con unos impecables Krešimir Stražanac como Orfeo y Mirella Hagen como Eurídice. Telemann se tomó la libertad de incluir un tercer personaje en el mito clásico, la malvada Orasia. Esta, dejándose llevar por un amor enfermizo hacia Orfeo, hace todo lo posible por destrozar la pareja, incluyendo el asesinato de su rival Euridice. El compositor regaló a esta pérfida algunos de los momentos más espectaculares de la obra, que Kateryna Kasper supo exprimir a la perfección. Lo mismo puede decirse en general del resto del reparto, quizás con la excepción de Salomé Haller, que empezó correcta como Ismene pero que al final de la obra, como sacerdotisa, transitó con algunas dificultades por el siempre angosto camino hacia la afinación.

Por lo que respecta al movimiento escénico, que pretendió ir un poco más allá de la simple versión de concierto, quizás habría sido bueno contar con un especialista que propusiera a los cantantes algo más que dar saltitos al decir 'saltons' o pensase en recursos mejores para ubicarnos en el infierno que poner gafas de sol y echar una mantilla negra por encima a las cantantes.

Como director, René Jacobs tiene también la virtud de rodearse de buenos conjuntos instrumentales, lo que garantiza unos resultados solventes aunque sus indicaciones no sean especialmente precisas. En este sentido, B'Rock Orchestra cumplió sobradamente su cometido. Con todo, siendo como es un conjunto que se promociona como innovador, transgresor y fresco, ofreció una lectura estrictamente canónica de esta partitura. Es probable que grupos de fuera de la Europa Central puedan aportar más vivacidad e ideas renovadas, por mucho que B'Rock también asegure reflexionar sobre la herencia del colonialismo. Es desazonador que esto suceda precisamente en un país donde tenemos grupos que sí que tendrían algo nuevo que aportar si les permitiese subir a escenarios como el Liceo. Vespres d'Arnadí o Forma Antiqva podrían ser dos ejemplos entre bastantes otros.

He ahí el punto débil de esta especie de residencia de Jacobs en el Liceo. Él no la necesita para afianzar su carrera (como mucho, para engrosar algo más su cuenta corriente), mientras que la huella que dejará en el tejido musical de Barcelona, Cataluña y España es nula si no se hace más que comprar el paquete completo que propongan (o impongan) las agencias. Serán tres noches de éxito y aplausos con las localidades casi agotadas, eso sí. Pero, a este paso, nada más.

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