Hitchcock, Gandhi, Picasso y la cara menos ilustre de los grandes mitos
Malcolm Otero y Santi Giménez ajustan cuentas con la historia en clave humorística en «El club de los execrables»
¿Alfred Hitchcock? Manipulador, machista y sádico. ¿Ronald Reagan? Belicista, delator y superficial. ¿Y qué me dicen de Steve Jobs? Egoísta, maltratador y déspota. El filtro es tan ajustado que de la quema no se libran ni algunos de los iconos de nuestra infancia. Porque, ¿acaso alguien presentaría a Félix Rodríguez de la Fuente como un déspota, mentiroso y, redoble de tambores y fanfarrias desmadradas, maltratador de animales? La respuesta no sólo es afirmativa, sino que ahí llegan el periodista Santi Giménez y el editor Malcolm Otero con una gigantesca pancarta en la que puede leerse algo así como «faltaría más». ¿A la hoguera? Pues sí, todos a la hoguera. Y que no falte la gasolina.
«Estamos en contra de la figura del mito, de que alguien en cuanto se muere deja de ser una persona con claroscuros y se vuelve luminoso. Buscamos el lado oscuro de los personajes», explica Giménez, quien junto a Otero acaba de publicar «El club de los execrables» (Ediciones B), una retorcida y carcajeante zambullida en «el lado oscuro de los personajes más idolatrados del mundo».
En realidad, el libro es la versión «destilada» y en castellano (y con una decena de extras) de otros dos libros que aparecieron únicamente en catalán y que, a su vez, recogían lo mejor de lo mejor de sus «Il.lustres Execrables »; sección radiofónica que estrenaron en Rac1 hace tres años. «Pensamos que nos iban a despedir, pero parece que ha gustado»; bromean. Su idea, explican, es hurgar en las vergüenzas de las celebridades, diluir el peso del mito y, en fin, demostrar que «todo el mundo tiene algo en su vida que querría borrar».
Y en ese todo el mundo caben desde Gandhi a Elvis Presley pasando por Picasso, Cantinflas, Errol Flynn, Salvador Dalí, Karl Marx, Peter Sellers, Pablo Neruda, Charlie Rivel o Lady Di. «Sólo hay tres requisitos: que esté muerto, sea ilustre y sea execrable», subrayan sobre una selección que suma más de cuarenta biografías.
A partir de ahí, el reto pasa por bucear en recortes de prensa y releer los rincones menos amables de los finados con grandes dosis de sentido del humor. «No descubrimos nada nuevo: el trabajo es más buscar hemeroteca en varios idiomas, con cosas que quizá aquí no han tenido trascendencia, y darle a todo un contexto biográfico conjunto. Si lo pones todo junto y lo tratas con sentido del humor, claro que impresiona más», relata Otero.
En el fondo, añaden, su club de los execrables es, ante todo, una manera de revolverse contra «una sociedad cada vez más de mitificación». «Falta un poco de visión crítica. Se puede admirar a la gente pero con reservas. A mí, por ejemplo, Elia Kazan me parece un ser espantoso y sin ningún remilgo moral, pero ves sus películas y es buenísimo», señala Giménez. Ocurre, sin embargo, que en ocasiones el personaje seleccionado no se aviene a colaborar y no hay más remedio que dejarlo pasar. «Lo intenté con Bruce Lee y nada, era un soso. Y también con Tutankhamon, pero me dio mucha pena», explica Giménez. Otras veces, las más, lo que sucede es que todo se ensombrece cuando se hace la luz. «Alguno nos ha dolido encontrar que eran unos cretinos, como Chaplin o Joyce. Puedes conocer los defectos, pero cuando los concentras todas en unas pocas páginas el impacto es aún mayor», apunta Otero.