Guns N’Roses, apetito por la reconstrucción

La banda regresa al Estadi Olímpic 25 años después de la mastodóntica y letal gira de presentación de los dos volúmenes de «Use Your Illusion»

Axl Rose y Slash, el año pasado durante su actuación en Marid EFE

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En Madrid y Bilbao ya pudieron desquitarse el año pasado en el primer tramo de esta «Not In This Lifetime… Tour» de nombre jocoso y cifras astronómicas, pero el regreso de Guns N’Roses al Estadi Olímpic de Barcelona tiene algo de cita con la historia : será la primera vez desde 1993 en la que pueda verse a Axl Rose, Slash y Duff McKagan, núcleo duro de la formación original, compartiendo escenario en la capital catalana.

El recinto, el mismo en el que aterrizaron hace 25 años con la mastodóntica y a la larga letal gira de presentación de los dos volúmenes de «Use Your Illusion», servirá para medir el impacto de una banda que, después de décadas marcadas por agrias disputas, proyectos faraónicos y promesas de que nunca jamás volverían a reunirse, parece haberse reconciliado definitivamente con su pasado.

Buena prueba de ello es, además de la esta nueva que le tendrá entretenidos hasta, como mínimo, finales de noviembre, la banda angelina acaba de poner en circulación una exuberante reedición de «Appetite For Destruction» , álbum con el que debutaron en 1987. Un rescate que llega acompañado de golosinas como un nuevo videoclip de «It’s So Easy» grabado en 1989 en el Cathouse Rock Club de Hollywood o la inédita «Shadow Of Your Love», de la que sólo se conocían grabaciones en directo, y con el que los californianos vuelven a hacer gala de una megalomanía desatada. No en vano, la versión más lujos y extendida de la reedición incluye un generoso surtido de cedés, elepés, anillos, fotos inéditas, chapas, púas y parches su precio se dispara hasta los 1.000 dólares.

Un ejemplo más de cómo se las gasta una banda que,a base de sacudir el hard-rock y encamarlo con el punk, asaltó las listas de ventas y se convirtió en una de las últimas grandes bandas de rock antes de la irrupción del grunge. Un ascenso salpicado de escándalos, desplantes, excesos de todo tipo –Steven Adler, primer batería de la banda, fue expulsado por su adicción a la heroína– y que empezó a perder altura y velocidad cuando Axl Rose intentó convertir al grupo en una suerte de Queen con pretensiones. Luego vendrían los discos de versiones, la descomposición de las relaciones, las giras de Rose exprimiendo el nombre de la banda junto a un puñado de mercenarios y, cuando nadie lo esperaba, una reconciliación que permite recuperar, aunque sea en versión adulta y mucho más serena, a la que fuera durante unos años la banda más peligrosa del rock.

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