Danza

La 'Giselle' que derriba muros

La pieza de Akram Khan y Tamara Rojo se estrenó el miércoles en el Liceo convertida en un icono del ballet del siglo XXI

Tamara Rojo dirige el English National Ballet en e Liceo y baila en algunas de las representaciones Paco Amate

Pep Gorgori

Hace seis años que se estrenó, y la 'Giselle' de Akram Khan y Tamara Rojo se ha convertido ya en un icono del ballet del siglo XXI. Ambos se plantearon el reto de revisar uno de los clásicos por excelencia, la 'Giselle' de Adolph Adam, para plantear una historia que apelase a nuestra actualidad. No se trataba de coreografiar de nuevo aquella partitura, sino de inspirarse en ella para, sobre la tradición, construir algo nuevo. Cuando se presentó en 2016 generó reacciones opuestas: desde el entusiasmo absoluto a los abucheos que soportó en escenarios como el Teatro Real. No todo el público tuvo claro en el primer momento que esto no era un montaje del clásico de Adam, sino algo totalmente nuevo.

Pasado este tiempo, la propuesta se ha consolidado y la ovación en su estreno en el Liceo dejó claro que, ahora sí, ya somos plenamente conscientes de que estamos ante una pieza destinada a marcar un hito en la historia del género. Khan y Rojo encargaron a Vincenzo Lamagna una partitura que, tras la estela de Adam, permitiese narrar la historia de un amor imposible que causa la muerte de una joven, Gisele. Unida a las 'Willis', los espíritus de las muchachas difuntas antes de casarse, se cobrará la venganza. Lamagna tomó algunos ingredientes de Adam: alguna melodía, algunas armonías, pero sobre todo una estructura general que hace del crescendo un ingrediente narrativo de primer orden para crear clímax y anticlímax que atrapan al espectador.

Se ha hablado mucho de la puesta al día que este montaje supone de la historia original incorporando la lucha de clases, el paro, el empoderamiento femenino… Son aspectos, sin duda, que están muy presentes en la revisión de Khan, Rojo y Lamagna. No en vano, la escena está presidida por un enorme muro gris que se convierte prácticamente en un personaje más, contra el que luchan los protagonistas de la obra. Desde el punto de vista de la crítica social, el montaje derriba muchos muros. Pero no son los únicos.

Con su propuesta, la compañía ha logrado derribar muros más sutiles que merecerán análisis estéticos más profundos que los que permiten estas líneas. Aun siendo una coreografía contemporánea, en ella están muy presentes algunas formas y técnicas del ballet clásico, salpicadas con danzas de raíz folclórica, e incluso urbana. No hay fronteras. Tampoco las hay en la música, que toma ideas de Adam para reelaborarlas con un lenguaje propio del siglo XXI en el que conviven una orquesta sinfónica en directo, electrónica grabada, amplificación y efectos sonoros. No hay muro que aguante este envite de creatividad que, además, está excelentemente bailada por el trío protagonista: Tamara Rojo (Gisele), Isaac Hernández (Albercht) y Jeffrey Cirio (Hilarión). El dúo final de Gisele y Albrecht es, sencillamente, de aquellos momentos que, como público, no se olvidan.

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