Fotocolectania retrata la convulsa noche neoyorquina de los años 30

Una exposición repasa el trabajo del reportero gráfico Arthur Felling, más conocido como Weegee

Una de las fotografías de Weegee que pueden verse en la exposición WEEGEE

MARÍA GÜELL

«Empezaba la ronda a media noche. Primero revisaba los teletipos de la policía para ponerse al día de los últimos sucesos y después se metía en el coche. Encendía la radio de la policía y después la del coche». Este testimonio del reportero gráfico Weegee nos da unas pistas de sus hábitos de trabajo. Ahora tenemos la oportunidad de descubrir el universo de Weegee gracias a una gran exposición en Fotocolectania que recoge las fotos y textos de sus cinco primeros libros. Estos ejemplares son joyas editoriales que nos adentran en el trabajo de Arthur Felling (alias Weegee) cuya vida estuvo muy cerca de la mafia y de la policía para obtener instantáneas inéditas.

Este legado llega a Barcelona de la mano de Michel y Michèle Auer, coleccionistas suizos, que han viajado para presentar las obras. «Para nosotros es un placer ver cómo nuestras fotos viajan por el mundo y, en concreto, llegan a Barcelona a la Fundación FotoColectania», coinciden los dos. Sus palabras sobre Weegee inciden en las características tan especiales de este artista: «Era hijo de un rabino pobre pero pronto tuvo claro que él no quería ser pobre y empezó a negociar con todo. Un día vio a un fotógrafo en el parque y pensó que le gustaría retratar a la gente de la calle. Pero pensó más allá y llegó a la conclusión que había muchos fotógrafos que trabajaban de día y ninguno de noche. Entonces decidió trabajar cuando el resto se acostaba.

«Playa de Coney Island», una de sus imágenes más icónicas WEEGEE

Weegee ha pasado a la historia por narrar la convulsa noche neoyorquina de los años 30 y 40. «Él tenía una radio que conectaba con la policía y llegaba a los sucesos antes que la policía -explica el matrimonio Auer-. Pero no se conformaba con cualquier imagen, quería la mejor y tenía una técnica muy avanzada para aquella época. Él no robaba la foto; hablaba con la gente y les explicaba la importancia de que colaborasen en su trabajo. Estaba dispuesto a todo por una buena instantánea, incluso a dormir con los indigentes».

Algunas de sus fotos son iconos como la «Playa de Coney Island» (1940) repleta de bañistas. «Los precios de sus fotos oscilan mucho -reflexionan los Auer-. Algunas son carísimas y otras, menos conocidas, apenas tienen valor».

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