Florence + The Machine, melodrama y fantasía en el Palau Sant Jordi
Cerca de 10.000 personas asisten a la presentación de «High As Hope» en Barcelona
No es Florence Welch, con su pinta de heroína romántica recién salida de un libro de las hermanas Brontë, sus cabriolas de ninfa campestre y esas canciones sobre matarse de hambre y entregarse a las drogas para tapar agujeros emocionales, la clase de artista que uno se imagina coqueteando con el mainstream y metiéndose el Palau Sant Jordi en el inexistente bolsillo de su vaporoso vestido de gasa. Ni lo es ni, pasen y vean, lo parece, pero ahí estaba la británica seduciendo a 10.000 personas en su regreso a Barcelona e imponiendo su teatral y ensoñadora personalidad en unos tiempos de divas más o menos clónicas y montajes de espectacularidad intercambiable.
Frente a esa mecánica de pop en serie, lo que propone la cabecilla de Florence + The Machine es elegancia escénica, sobriedad en los acabados y pop de fantasía generoso en tramas bailables pero también en pellizcos de arpa y teclados etéreos. Una fórmula que ha venido perfeccionando a lo largo de cuatro discos y que le permitió en Barcelona armar una noche de dramas compartidos, angustias exorcizadas e himnos categóricos para reivindicarse como aventajada pupila de Kate Bush.
Así, con la velada en modo terapéutico y ocho músicos procurando un colchón melódico lo suficientemente mullido como para que la cantante brincase de aquí para allá, girase por el escenario cual derviche danzarín o, simplemente, sacudiese su melena rojiza con violentos cabezazos, Florence impuso el melodrama y sacó a pasear todos esos fantasmas que habitan en canciones como «Hunger» o «Dog Days Are Over». Emociones melladas y sentimientos herrumbrosos al servicio de una voz técnicamente impecable y desbordante a la hora de regular la intensidad en canciones como la catártica «Big God» o la expansiva «Shake It Out».
La procesión, en el Sant Jordi, no iba por dentro, sino que llegaba retransmitida en formato multicanal y sabiamente apoyada por una escenografía de funcionalidad sueca:líneas rectas y claras, unas lonas en el techo y un poco de confeti dorado como máximo alarde pirotécnico. Pero como no solo de lamentos y murmullos confesionales viven las canciones de la cantante inglesa, en Barcelona la emoción tambié n fue mutando y cambiado de forma para alimentar ritos ceremoniales, forzar una insólita desaparición de teléfonos móviles y celebrar a Patti Smith con una «Patricia» que sacó a relucir su cara más combativa y su voluntad de espantar las masculinidades tóxicas a base de estribillos y manotazos.
El reciente «High As Hope», con piezas como la inaugural «June», «100 Years» y «South London Fever», reforzó la imagen de Welch como nueva heroína del pop romántico y apuntaló el guión de una noche en la que, al menos por una hora y media, reinó la diferencia y el melodrama y la fantasía se aliaron en una multitudinaria terapia de grupo.