El faraón Ptolomeo en su templo de Barcelona
Jordi Clos presenta en el Museo Egipcio los últimos hallazgos del Periodo Ptolemaico
Luis Manuel Gonzálvez pasa la mano por cinco fragmentos del templo de Ptolomeo de Hut-nesut (actual Sharuna). El arqueólogo lee los jeroglíficos que componen el DNI de Ptolomeo I , faraón de raíces grecomacedonias fundador de una dinastía de tres siglos, entre el año 305 y el 30 antes de Cristo.
El halcón Horus significa «el Grande en poder»; el buitre-cobra Netby, «aquel que toma posesión con su fuerza»; el Horus de Oro: «el de brazo fuerte» (un fragmento nunca hasta ahora no documentado); Nessut-bity, «el Rey del Alto y bajo Egipto, Señor de las dos Tierras, escogido de Ra, amado de Amón».
La titulatura faraónica se cierra con el nombre del faraón: «Ptolomeo, Señor de las Coronas. ¡Que viva eternamente! Él hizo sus monumentos para su madre…».
Se dice que el pasado es un país extraño pero la figura de Ptolomeo cobra proximidad en las cincuenta piezas que el Museo Egipcio de Barcelona reúne ya en el umbral de un 2022 repleto de aniversarios para la egiptología: centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankhamon por Howard Carter y bicentenario de la 'Lettre a Monsieur Dacier' en la que Champollion descifraba los jeroglíficos de la piedra Rosetta.
También la Fundación Arqueológica de Jordi Clos, cumplirá treinta años en 2022. Celebración que preludia esta exposición de Ptolomeo y el descubrimiento de su templo, primera fase de dos campañas de excavaciones en colaboración con la Universidad de Tubinga y el Supreme Council of Antiquities de Egipto en el yacimiento de Kom el-Ahmar Sharuna.
Al descubrimiento en 2018 de siete bloques de piedra del templo (305-294 a. C.) siguió la recuperación de sesenta sillares de piedra calcárea que han permitido reconstruir mediante técnicas de fotogrametría e impresiones en 3D aquel edificio de unos sesenta metros de perímetro. Cada bloque es una base de datos que nos aproxima al faraón que comenzó a componer su biografía como guardaespaldas de Alejandro Magno.
Jordi Clos reafirma el carácter excepcional de la muestra: «En 1997 el doctor Jean Yoyotte identificó una estela de Cleopatra VII, la última reina de la dinastía ptolemaica; y ahora, veinticinco años después, dedicamos esta exposición al primer Faraón de aquella estirpe». Datada entre los años 51 y 30 a. C., la estela de Cleopatra muestra a una figura femenina al frente de las deidades y delante del propio faraón, lo que certifica su categoría de soberana.
El Egipto de Ptolomeo fue una economía basada por primera vez en la moneda con una capital, Alejandría, donde prosperó la cultura -la célebre biblioteca- y la ciencia, con personajes como Euclides. Las primeras 'tetradracmas' de plata que acuñó Ptolomeo, explica Gonzálvez, mostraban la efigie de Alejandro: el faraón cobrará más protagonismo numismático en el reinado de su sucesor, Ptolomeo II.
Los faraones de origen griego asumieron, por puro pragmatismo, su rol de deidades, aunque no provenían de esa tradición. Como muestra, bustos faraónicos que adoptan la forma de esfinge. Para cumplir con su función «divina», Ptolomeo creó a Serapis: consagrado como dios de todos sus súbditos -griegos, egipcios y la colonia judía- incorporó rasgos del toro sagrado Apis y de la mitología griega (Zeus, Dionisos, Asklepios).
Más prosaico, y una de las figuras más llamativas de la exposición ptolemaica es el voluminoso dios Bes. Este icono grotesco de hechuras zoomórficas, genio protector de las mujeres que daban a luz, debió gozar de mucha popularidad por el número de estatuas que han llegado a la actualidad.
La cultura clásica que, a diferencia de la egipcia, no contemplaba el desnudo como un tabú, conjugó la tradicional peluca de las divinidades antiguas con la exhibición de los atributos más rotundos de la hembra: pechos y curvas se imponían a la feminidad estilizada del Reino Antiguo.
La imaginería funeraria se manifiesta en las diminutas pseudomomias con imagen de faraón realizadas con madera, oro, arcilla y vendas en homenaje al Osiris. Entre las innovaciones del periodo ptolemaico en los ritos de la muerte, una caja de madera polícroma destinada a contener las vísceras del difunto con amuletos y alusiones a Horus, Isis, Neftis y Osiris.
Gonzálvez, comisario de la exposición con Mariàngela Taulé, concluye, pletórico: el rescate del Egipto ptolemaico «no ha hecho más que empezar».