Cerebrino Mandri y el mayordomo de Netol vuelven a dar la lata
El Museo del Diseño de Barcelona explora en una exposición el boom publicitario en hojalata y cartón
Cuando el linimento Sloan quitaba todo el dolor del mundo y la diabólica sonrisa del mayordomo de Netol emergía desde los escaparates para convertirse en grotesco icono popular, la publicidad se servía en hojalata, cartón y baldosa cerámica y empezaba a hacer buenas migas con el arte para anudar el tirón comercial de Varon Dandy o Cerebrino Mandri a, según el caso, el modernismo, las vanguardias o el art decó.
También estaban, claro, los pósters de gran formato, patio de recreo de los ilustradores franceses e ingleses, pero si algo trajo la industrialización de finales del siglo XIX fue una versatilidad creativa que ahora reivindica el Museo del Diseño de Barcelona con la exposición «El boom de la publicidad. Reclamos en hojalata, cartón y azulejo. 1890-1950».
«La revolución industrial supuso nuevas maneras de vivir e implicó la aparición de nuevos productos que necesitaban dar a conocer sus virtudes», explica Pilar Vélez, comisaría de una exposición que reúne 250 piezas que estimulan la memoria (y también la nostalgia) con un atracón de Nitrato de Chile, Agua de Solares, chocolates Amatller y La Fortuna, caldo en cubitos Rotti, vermouth Perucchi, aperitivo Rossi y cerveza Moritz en su primera encarnación de principios del siglo XX.
Un festín de marcas comerciales y productos que, en muchas ocasiones, trascendieron lo publicitario para incidir «en la vida diaria de las personas», tal y como destaca Vélez, y que configuran «la imagen de una época y la la memoria de unos años». Así, en la exposición convergen desde aspectos técnicos ligados a las bondades de la cromolitografía, técnica de reproducción que llevó al explosión de color a la publicidad, a la inauguración, en 1872, de los Grandes Almacenes el Siglo, primer establecimiento de estas características que abrió sus puertas en Barcelona.
De hecho, la exposición se estructura como un centro comercial con sus diferentes departamentos dedicados a bienes de consumo como alimentos, bebidas alcohólicas, tabaco, maquinaria y productos farmaceúticos y de higiene. «Se muestra una evolución en la que primero apareció el nombre de la marca muy grande y luego nació el eslogan», detalla Vélez.
En este boom marcado por lo que hoy se percibe como una «publicidad ingenua, muy íntima y cercana» jugaron un papel esencial nombres como Gaspar Camps, Pere Casas-Abarca, Rafael de Penagos y Géza Géza Zsolt, artistas poco reconocidos que ayudaron a incrustar marcas como Gallina Blanca, Ron Negrita, Freixenet o Artiach en el imaginario colectivo.
Con la mayoría de las piezas de hojalata y cartón llegadas desde la colección particular de Mateu Llinàs, un coleccionista que tuvo su primer flechazo tras descubrir una «reluciente» placa de Seguros La Catalana en un edificio, la exposición dedica también un espacio al azulejo con una muestra de carteles y letreros cerámicos cedidos por el Museo de Manises. Es ahí donde se encuentran, por ejemplo, vistosos anuncios de La Voz de su Amo o de la fábrica de azulejos Francisco Lahuerta, una de las más importantes de los años veinte y treinta y de la que se rescataron buena parte de las piezas que se muestran en el museo valenciano.