Beczala, técnica y belleza a partes iguales
El polaco es uno de esos tenores que obran milagros y es capaz de hacer lucir un programa por insostenible que sea.
El tenor Piotr Beczala se ha convertido en los últimos años en uno de los favoritos, con diferencia, del público barcelonés. Quizás solamente Javier Camarena cuente con un aprecio similar entre los liceistas. En su último recital, el polaco se presentó con un programa algo destartalado, donde las canciones de Tosti compartían protagonismo con las de Rachmaninov y grandes arias de Verdi se codeaban con otras de Massenet. Una mezcla algo arriesgada y -aunque esto va según los gustos personales- bastante sosa en general.
Ahora bien, Beczala es uno de esos tenores que obran milagros y es capaz de hacer lucir un programa por insostenible que sea. No hay canciones malas, sino malos cantantes. Y si el cantante es bueno, como es el caso, el concierto acaba funcionando. El polaco se metió el público en el bolsillo desde el principio, con el bien conocido 'Questa o quella' del 'Rigoletto' de Verdi. Varios Tosti hicieron de puente hacia más Verdi, ahora con 'Il trovatore', para acabar la primera parte del recital con un guiño a su tierra: el aria de Stanisław Moniuszko 'Straszny Dwór'.
Tras la pausa, empezó la parte más interesante: una selección de canciones de Rachmaninov. Se trata de una parte de su producción poco conocida, posiblemente porque no es donde mejor se aprecia la personalidad del compositor. No encontramos en ellas grandes melodías, y la parte del piano, mayoritariamente, no pasa de ser un acompañamiento que está a años luz de lo que el compositor llegó a escribir para este instrumento.
Un poco de Tchaikovsky antes de la recta final, dedicada al repertorio francés. Tres arias bien conocidas de las óperas 'Carmen', 'Werther' y 'Romeo y Julieta' fueron el broche de un concierto en el que el tenor derrochó buen gusto y lucimiento técnico bien medido. Con su bellísimo timbre, sostuvo una velada que se cerró con tres propinas que podrían haber sido muchas más, vista la entrega de los asistentes. Entre ellas, la canción 'Pamietam ciche, jasne, zlote dnie' de Mieczyslaw Karlowicz, que termina con una nota terriblemente aguda que debe interpretarse con un hilo de voz: algo dificilísimo de lograr en un escenario de las dimensiones del Liceo. Una verdadera proeza técnica a las antípodas del lucimiento por el lucimiento.