TODO IRÁ BIEN

El peor servicio del mundo

Merecemos que nos traten mejor y que dejen de confiar en nuestra inercia más rastrera para darnos no más que patadas

ABC
Salvador Sostres

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He sido cliente durante muchos años de Central Café, con un gran sentido del humor y muchísima paciencia, y aunque no descarto volver, porque algunos de sus establecimientos tienen una ubicación que me conviene, creo llegado el momento de explicar la verdad sobre uno de los peores servicios del mundo. Arrogante, fumador, una panda de gandules más preocupados de hablar entre ellos que de dar a los clientes un servicio pronto y certero.

El que me queda muy cerca de casa es el de Doctor Fleming, y los chicos que lo llevan compiten entre ellos por ver quién es el más cretino, el que más se ausenta, el que más tarda en servirte un miserable bocadillo de jamón ibérico: y digo miserable porque el jamón ibérico no vale nada y además ponen muy poco, y tú te sientes un idiota masticando aquel pan con su infame textura de chicle. No se puede ser más inútil y borde que los camareros de Central Café, sobre todo en Doctor Fleming: como una sórdida conspiración contra la felicidad operan siempre del modo más nefasto y por estar de cháchara entre ellos, dejan que se enfríen los bocadillos calientes, y cuando harto de ver cómo te pisotean acudes tú mismo a buscarlo, al mueble donde la cocinera lo ha dejado, encima se ofenden. ¡Serán imbéciles! Yo algo tan ofensivo, no lo había visto nunca. Es tan, tan sumamente desagradable, que hasta dudé de si escribir el artículo cabreado o en términos épicos elogiosos, porque hay que concederle un crédito a un comercio que se atreve a tratar de este modo tan soez a sus clientes.

Central Café pudo haber sido una cadena de referencia en Barcelona, de cierta calidad, de cierto aire cool, superior a las demás de su género. Y en cierto modo empezó así, siempre con deficiencias en el servicio, pero con una fresca voluntad de estilo. Fue un espejismo. Esta chispa enseguida murió, y se dedicaron a bajar la calidad, a subir los precios y a confiar en su ubicación y en la rutina de la mayoría de la gente, mucho más dispuesta a sufrir pequeñas molestias, e incluso a veces humillaciones, que a cambiar del bar donde desayunan, porque la costumbre pesa más hasta que la dignidad, y yo lo entiendo, y por eso somos conservadores, paternalistas y todos tenemos algo de gilipollas, aunque desde luego no tanto como los camareros del Central.

También voy algunas mañanas al Central Café de Bonanova, me viene bien tras dejar a la niña en el colegio. Allí a los camareros me los cambian cada dos por tres, supongo que porque la empresa paga mal y se marchan. La verdad es que viendo cómo trata al jamón y cómo trata a los clientes, sería realmente una excepción que la empresa tratara bien a sus empleados, así que pocos aguantan y los pocos que aguantan son los peores, porque los buenos, o sin llegar a ser ni buenos, los más despiertos, enseguida encuentran trabajo en cualquier otra parte. En la Bonanova el servicio es más amable, pero cada día te preguntan lo que quieres aunque cada día sin excepción tomes exactamente lo mismo. Ayer, un chico con barba que sin exagerar me habrá atendido unas cien veces, me preguntó si el bocadillo de jamón lo quería de pan con cereales, y yo inmediatamente me fui al baño y me miré en el espejo por ver si tenía cara de hacer días que no hacía caca, y al ver que no, volví a mi mesa y con resignación, le repetí las mismas instrucciones de lo mismo de cada día, y me entraron ganas, muchas ganas de verdad y no es una metáfora, de entrevistar a este chico y hacerle una entrevista de una sola pregunta: pero tú, exactamente, ¿qué es lo que esperas de la vida?

Porque en realidad, y a pesar de la mala leche que pueda tener este artículo, ésta es la única pregunta: ¿qué esperamos de la vida? Y luego te das cuenta de que hay una directísima relación entre lo que esperamos y lo que damos, entre nuestro propósito y nuestra generosidad. Yo al principio esperé algo de Central Café, porque siempre espero algo de la vida, porque me parece que tenemos un tiempo limitado y que además de nuestro deber tiene que ser nuestra alegría aprovecharlo del modo más talentoso, brillante, estimulante posible. ¿Qué sentido tiene la mediocridad? Me refiero a la mediocridad voluntaria, como en Central Café, me refiero a la mediocridad de los que obviamente podrían hacer cualquier otra cosa más interesante, más favorable a los intereses de la Humanidad. ¿Qué sentido tiene? Me lo pregunto de verdad.

Merecemos que nos traten mejor y que dejen de confiar en nuestra inercia más rastrera para darnos no más que patadas, seguros de que nos conformamos con ellas. Hasta pienso que Central Café merece ­–en el sentido positivo del concepto– que durante algún tiempo lo dejemos desierto, para que se dé cuenta de que somos algo más que heces, y nos empiece a tratar como personas libres que usamos como principal libertad de expresión lo que hacemos con nuestro dinero.

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