Crónicas pandémicas

El Padre del Sagrado Corazón

«Más allá de la protección física, los trajes y todo eso, sentí una enorme paz. Me sentí protegido por las oraciones, al final estamos bajo la protección de Dios»

El Padre Manuel Aromir ABC

Tábita Forja

Una de las principales características del ser humano es su necesidad de compañía, de relacionarse con los demás , ya que no se siente completo si no es en comunidad. Compartir con la familia, disfrutar de un vermut con los amigos, abrazar a los abuelos… son estas cosas que a veces se pasan por alto lo que más se ha extrañado durante la cuarentena. La pandemia del coronavirus trajo consigo la soledad, el aislamiento y el Padre Manuel apareció para luchar en su contra.

El Padre Manuel Aromir es un barcelonés que pertenece a la Congregación Legionarios de Cristo, la cual forma parte del movimiento Regnum Christi . Cuando el estado de alarma inició, el Arzobispado pidió ayuda para atender los hospitales de Barcelona. Consideraban que esa podría ser su manera de ayudar a los que estaban padeciendo la enfermedad: llevar la Palabra del Señor y acercarse a quienes estaban en completo confinamiento debido a su delicada condición de salud. Y así lo hizo, desde el 30 de marzo el

El Padre Manuel utilizando un EPI n el hospital ABC

Padre Manuel ha asistido en el Hospital Universitario del Sagrado Corazón en Barcelona sustituyendo temporalmente al capellán titular.

«Enorme paz»

Los primeros días fueron complicados. No era miedo, era tal vez un temor a lo desconocido. Sin embargo, «más allá de la protección física, los trajes y todo eso, sentí una enorme paz. Me sentí protegido por las oraciones, al final estamos bajo la protección de Dios », confiesa el Padre Manuel. «En realidad no fue muy difícil decidir que iría, solo respondí a una llamada interior de Dios», añade.

«Tuve que alejarme de la comunidad. Ahora estoy viviendo en una casa confinada y luego voy al hospital», comenta el Padre. Cada día, para ingresar al hospital debe utilizar un Equipo de Protección Individual (EPI), mascarillas, guantes y un protector facial. Por cuestiones de seguridad sanitaria no tiene acceso libre a todas las habitaciones. Por lo general, acude a las habitaciones donde los enfermos o sus familiares le solicitan que vaya.

Complicidad

«He atendido a varios pacientes que estaban en sus últimos suspiros. A veces, las enfermeras, con las que ya tengo más confianza, me comentan a qué enfermos debería visitar», detalla mientras agrega que no tiene permitido llevar ningún soporte físico con él, ni siquiera el móvil. «Tengo que memorizar los nombres de los pacientes, el número de las habitaciones y todas las oraciones. No me permiten llevar nada para evitar el riesgo de contagio en cualquier superficie ».

«Me ha pasado que voy a la habitación de algún paciente para darle la Unción y la persona que lo acompaña la pide también», explicó el Padre, ya que generalmente le solicitan que visite a aquellos pacientes que se encuentran en estados muy delicados.

«A veces están inconscientes, a veces podemos conversar un poco . Para mí, lo importante es poder acercarlos al Señor, poder llevarles un poco de paz en una situación tan impredecible».

Para el Padre Manuel la labor de los médicos es admirable. Él siempre les ha tenido una estima importante y más ahora. Ahora, que ha visto con sus propios ojos y vivido en carne propia lo que ocurre dentro de las salas del hospital. Según fueron pasando los días su relación con todo el personal sanitario se fue haciendo más amena, más colaborativa. Él no se considera un héroe. Para él, los héroes son los doctores .

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