Los héroes que devolvieron Barcelona a la vida
Hoy, ABC quiere rendir homenaje y dar voz a los héroes anónimos que, de una parte, fueron testigos directos del horror, pero por otra, ayudaron a los demás a superar ese horror
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La matanza perpetrada en las Ramblas de Barcelona la pasada semana ha dejado muchos nombres propios . El primero, el del yihadista que arrolló con su furgoneta a los peatones que paseaban por la concurrida calle de la ciudad condal. Sin embargo, la magnitud de la tragedia no ha dejado espacio para aquellas personas que, en una demostración de humanidad y solidaridad, asistieron de la mejor forma posible a heridos y viandantes traumatizados por el mortal trayecto del vehículo. Médicos, psicólogos, camareros, pasteleros, ciudadanos, en definitiva, jugaron un papel clave a la hora de salvar vidas y evitar, en la medida de lo posible, que el pánico fuera incontrolable. Hoy, ABC quiere rendir homenaje y dar voz a los héroes anónimos que, de una parte, fueron testigos directos del horror, pero por otra, ayudaron a los demás a superar ese horror.
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Josep Maria Grau
«Las dos primeras horas tras el ataque fueron las más largas de mi vida»
- Jefe de guardia del Hospital Clínic.
Pasaban cuatro minutos de las cinco de la tarde del trágico jueves, cuando el especialista en medicina interna del Hospital Clínic, Josep Maria Grau, jefe de guardia del hospital desde hace 25 años, recibió una llamada del Servicio de Emergencias Médicas (SEM) de Cataluña alertando sobre un posible ataque terrorista en las Ramblas. «Desde el minuto cero empezamos a prepararnos y se activó el protocolo de máxima alerta », dice Grau. Sintió vértigo porque su responsabilidad era máxima. Según el facultativo, en poco tiempo los equipos médicos y las instalaciones se prepararon para lo peor. «Por el tipo de atentado teníamos claro que era una catástrofe de tipo traumatológico », asegura a ABC. Cuando apenas había pasado una hora, llegaron tres heridos «extremadamente críticos» al centro. Después vinieron el resto. Sobre las 20.00 horas del día «D» había ingresadas en el hospital 17 personas de diversas nacionalidades. «Las dos primeras horas tras el ataque fueron las más largas de mi vida», apunta el jefe de guardia del Hospital. «Estábamos preparados para el peor de los escenarios», confiesa en declaraciones a este diario.
El responsable del equipo que actuó en el Clínic tiene la certeza de que el éxito asistencial fue consecuencia de la solidaridad demostrada por todos los profesionales. «La colaboración fue máxima» , celebra. Otro aspecto que facilitó la atención a los afectados fue, según explica, que «había mucha menos gente de la habitual en urgencias». «No sé si la gente se solidarizó con la emergencia y algunas personas con cuadros no graves decidieron no colapsar el servicio y se quedaron en sus hogares, o, simplemente, tenían miedo a salir de casa. Fuera lo que fuera, facilitó las cosas», reconoce el jefe de guardia del Hospital Clínic. Al llegar a su casa, este peso pesado del Clínic, al que hace 15 años le tocó también lidiar con una epidemia de asma grave en la ciudad, dice que tomó conciencia real de lo ocurrido. Asegura que la tragedia le ha servido para «ver lo peor y lo mejor de la humanidad en un solo día» en el Hospital Clínic, donde siguen hospitalizados la mayoría de los heridos, y a donde, según avanza, en estos últimos días han ido llegando testigos del atentado que se encuentran en estado de shock.
«Son personas que presenciaron los hechos y están desorientadas. Tienen muchas preguntas . Algunos tienen explosiones emocionales que no entienden, otros insomnio...Se trata de asistirles, que sepan que estamos allí. Eso les da tranquilidad», explica el profesional de emergencias. De toda esta tragedia, se queda, según dice, «con la humanidad de las personas».
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Marta Ramos
«Los heridos estaban conmocionados, no entendían qué hacían allí»
- Enfermera del Vall d'Hebron
Marta Ramos, enfermera del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, supo por un aviso en el Whatsapp que había ocurrido una tragedia en Barcelona. «Creí que era una broma pesada. Siempre se había comentado la posibilidad de un ataque terrorista pero tenía la esperanza de que nunca lo viviríamos», dice la enfermera, que empezó como auxiliar en el centro a los 22 años. Media hora después de la alerta, los equipos sanitarios del centro ya estaban organizados . «A los tres cuartos de hora empezaron a llegar los heridos, algunos en estado crítico», dice Marta. Reconoce que en los momentos iniciales había mucha tensión. «Estábamos nerviosos porque no sabíamos lo que se avecinaba. Nos mirábamos entre nosotros y decíamos “esto no puede estar pasando”. Después todo fue rodado porque hubo máxima colaboración. Todos se volcaron en el dispositivo. Vino, incluso, gente que estaba de vacaciones», dice esta enfermera de 36 años.
Entre los heridos ingresados en el hospital Vall d’Hebron se encontraba la madre de Julian Cadman , el niño australiano de siete años, que resultó muerto en el ataque y que, en un primer momento, se dio por desaparecido. «Supe que era ella días después al verlo en la prensa», explica la enfermera. Recuerda la confusión generalizada de los heridos. «No sabían muy bien qué les había ocurrido. Estaban conmocionados y no entendían que hacían allí. Había mucha confusión y el hecho de que no hablaran nuestro idioma no ayudaba», explica la enfermera. A las 22.30 horas, cuando se superó la fase crítica de la emergencia, Marta abandonó el hospital y se fue hacia su casa, en Sant Andreu. Como los accesos estaban colapsados, tardó una hora en llegar andando a su domicilio. Una vez allí, el agotamiento físico y emocional por las más de cinco horas en las trincheras le pudo. «Ha sido una experiencia agridulce, de tristeza, pero también de orgullo por la solidaridad de las personas», concluye.
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Noorullah Esaakhel
«Saqué a un niño de unos cuatro años que estaba atrapado bajo la furgoneta»
- Empleado de un restaurante
Noorullah Esaakhel , empleado del restaurante «El Rey de Estambul», en la calle Hospital, en la confluencia con las Ramblas, vio que algo extraño sucedía. Dejó los folletos de propaganda del establecimiento que repartía entre los turistas y se acercó para ver qué ocurría. «Después de escuchar un fuerte estruendo vi cómo una furgoneta se incrustaba en el quiosco de las flores. Después, recorrió unos metros más y se detuvo», explica Esaakhel a ABC. Este joven afgano, de 29 años, fue el primero en llegar al lugar de los hechos. Cuando los agentes empezaron a personarse, él, según explica, ya había trasladado a varios heridos hasta el restaurante en el que trabaja.
«Lo primero que observé al llegar fue a un niño de unos cuatro años atrapado bajo la furgoneta. Tenía la cabeza fuera del vehículo pero las piernas estaban atrapadas en el guardabarros. Sin pensarlo, le saqué y lo trasladé . Tenía las piernas muy mal», explica. No fue el único gesto. Según relata, llevó a buen recaudo a cerca de una decena de personas que fueron embestidas por la furgoneta criminal. «Además del golpe que les causó la furgoneta, algunas personas, una vez en el suelo, fueron atropelladas por el vehículo. La imagen de las Ramblas era dantesca», dice el joven musulmán al reconstruir con templanza los momentos dramáticos que vivió durante el atentado.
«En mi país es habitual»
«En mi país esto sucede, es habitual, pero no estoy acostumbrado a verlo aquí», dice Noorullah Esaakhel, quien desvincula la matanza con «los valores de su religión». « Mi religión no dice nada de matar a nadie », subraya, y recuerda que «algunas de las víctimas que asistió eran musulmanes». «Entre los que ayudé había una familia marroquí, que habían resultado heridos, algunos graves», dice este héroe de las Ramblas. «Uno de los niños que yo asistí salió en la foto con los Reyes en el Hospital del Mar. Yo fui a interesarme por su estado pero no me dejaron entrar. Había mucha seguridad», añade. Cuando los diferentes cuerpos de seguridad despejaron las Ramblas, los agentes le ordenaron que se recluyera en su restaurante. Fue en este momento cuando, según relata, algunos de los presentes le confundieron con el terrorista. «Las primeras informaciones que trascendieron hablaban de que el autor material del atropello estaba atrincherado en el restaurante «El Rey de Estambul». Mucho me temo que era yo. Por mi aspecto, algunos testigos me confundieron con el terrorista, por eso dijeron que el criminal estaba atrincherado en mi local», apunta este habitual de las Ramblas, todo un conocido para los agentes locales de policía que patrullan diariamente por este tramo de las Ramblas. El jueves, cuando se cumplían siete días del brutal ataque, Noorullah seguía repartiendo propaganda de su restaurante frente al santuario en recuerdo de las víctimas de la tragedia. «No soy un héroe, solo hice lo que hubiera hecho cualquier ser humano», concluye.
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Noemí
«Asistimos en todo lo que pudimos, pero fue imposible neutralizar el miedo»
- Empleada de la pastelería Escribà, asistió a varias personas
Noemí, empleada de la pastelería Escribà de las Ramblas, situada a escasos metros de donde sucedió la tragedia, nunca volverá a ser la de antes. Cuando la furgoneta descendía por las Ramblas en su criminal recorrido, Noemí estaba atendiendo a unos clientes. « Estaba en la tienda y escuché un ruido extraño . Me asomé y vi como la gente corría despavorida», dice la joven.
Tardó pocos minutos en reaccionar. Lo primero que hizo fue correr en busca de su teléfono móvil. «No lo tengo en la pastelería. Estaba en un local próximo que tenemos. Salí a buscarlo porque me temía lo peor y quería avisar a mi familia para que no se preocuparan», afirma la joven. Después, como a otros muchos testigos del brutal ataque, le tocó resguardarse. «Los agentes nos encerraron en el local. Había gente realmente asustada. Les ayudamos a superar el momento. Asistimos en todo lo posible, aunque era imposible neutralizar el miedo», explica Noemí.
«En poco más de una hora no quedaba nadie en las Ramblas. Fue increíble cómo se organizó todo », añade, todavía conmocionada.
Recuerda cómo su angustia aumentó cuando los agentes hicieron entrar más gente en el local. «Había mucho miedo. No sabíamos dónde estaban los terroristas . Pensamos: ¡A ver quién entra!», relata la testigo, que tuvo que estar dos días de baja por el shock que sufrió. De hecho, se cumple una semana del atentado y, según explica, aún está muy afectada. «Cuando me incorporé no quise estar en la tienda. No quería vivir aquellos momentos», confiesa con la voz entrecortada.
Cuando las Fuerzas de Seguridad permitieron que la gente volviera a salir a la calle, Noemí se fue para su casa. En un gesto solidario, se llevó consigo a una de las chicas que estaban encerradas con ella que vive en el barrio Gótico. « Estábamos asustadas y le propuse si quería venir a mi casa en plan solidario, para no estar solas», comenta la empleada. Desde entonces, mantiene el contacto con ella por Facebook.
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Manel Ruidor
«Con los niños siempre hay una sensibilidad diferente y acabas muy afectado»
- Médico de Emergencias
Los 25 años de experiencia como médico del Servicio de Emergencias Médicas (SEM) de Cataluña no han blindado a Manel Riudor del «batacazo emocional» que le ha supuesto el atentado del jueves 17 de agosto en Barcelona. Estaba, según explica, prestando un servicio en el Hospital de Sant Pau de Barcelona c uando recibió la alerta de un atropello masivo en las Ramblas.
« A los tres minutos ya se hablaba de atentado y de tres posibles muertos», explica el facultativo. Una primera unidad del SEM se desplazó a la zona y empezó con la selección de los heridos. Él llegó al dantesco escenario tres cuartos de hora después cuando el operativo de emergencias ya estaba desplegado. «Era un desastre, había cuerpos esparcidos por el suelo, heridos, y mucha tensión policial», explica a ABC el médico del SEM. Pese al caos inicial, Riudor subraya la gran efectividad de los cuerpos policiales y sanitarios. «Había pasado un poco más de hora y media del brutal atropello y las Ramblas estaban vacías. Los heridos más graves los habían trasladado a hospitales, los cadáveres se habían retirado y la gente estaba confinada en algunos locales como medida preventiva ante nuevos ataques», dice el portavoz médico de Emergencias de Cataluña. Manel Riudor tardará años en borrar de su retina algunas de las imágenes de esa fatídica jornada. « Intentas aislarte y mantener la mente fría para poder trabajar, pero con los niños siempre hay una sensibilidad diferente y acabas muy afectado», reconoce en declaraciones a este diario.
Cuando los heridos más graves quirúrgicos ya habían sido trasladados a centros sanitarios, la Policía dejó a las personas que estaban encerradas en comercios, locales y restaurantes de las Ramblas que salieran al exterior. « Había algunos heridos más , que fueron atendidos “in situ” o trasladados a centros sanitarios. Cerrado el dispositivo policial, después de más de cinco intensas horas de trabajo ininterrumpido con dolor, Manel se fue a su casa. «Pese a las corazas que te pones, el batacazo emocional fue fuerte», admite el facultativo. Al llegar a su domicilio, tuvo el primer momento de reflexión sobre lo ocurrido. «Llegué conmocionado. No dormí ni una hora », concluye.
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Rocío Gamboa Seminario
«Acompañar a los familiares a que reconozcan los restos ha sido lo más duro»
- Psicóloga de Cruz Roja
Está bregada en tragedias, aunque, el pasado día 17, cuando recibió la alerta del centro de coordinación de emergencias de la Cruz Roja de que se había producido un atropello masivo en las Ramblas, Rocío Gamboa, psicóloga del Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIE) de esta organización, sintió de nuevo cómo el corazón se le encogía . Habían pasado más de dos años desde la última crisis en la que actuó, el accidente aéreo de Germanwings en el que, en marzo de 2015, perdieron la vida 150 personas, 51 de ellas españolas, y todavía golpean en su cabeza algunas trágicas escenas de familiares a los que acompañó en su duelo.
Rocío, que vive en Mataró, localidad situada a 33 kilómetros de la capital catalana, llegó al epicentro de la tragedia de madrugada. « No me enviaron de inmediato . Fui a la central operativa y de allí me dirigieron al Hotel Palace, muy próximo al lugar de los hechos, donde afectados y familiares de las víctimas quedaron recluidos», explica la psicóloga. Reconoce que cuando llegó «ya no había el caos inicial. Estaba todo bastante organizado».«Todos remaban a una: los Mossos, los técnicos del Ayuntamiento, los voluntarios...», apunta Rocío, que nada más aterrizar en el hotel se puso manos a la obra. «Dimos aguas, pañuelos, apoyo logístico y también psicológico porque había muchas personas en estado de shock, a las que, en primer lugar, debíamos rebajar el nivel de estrés», apunta la experta. Después, según relata, la trasladaron al Hospital del Mar de Barcelona, el más cercano al escenario del suceso, donde ha permanecido en estos últimos días acompañando y asistiendo a varios heridos y afectados.
«Muchos estaban desorientados, con sentimiento de culpa, tristes y confusos. Su mundo se había derrumbado y tenían reacciones que no controlaban. No entendían qué había sucedido», precisa la psicóloga de la Cruz Roja, que durante estos intensos días ha tenido también que acompañar a varios de los familiares de las víctimas a la Ciudad de la Justicia a reconocer los restos de sus seres queridos. «Eso ha sido, sin duda, lo más duro», indica a ABC. «En algunos casos, preparas primero a las familias para asumir una desaparición y luego se confirma que hay un cadáver. Es terrible mentalizar a las familias para una desaparición y que luego sea una muerte», confiesa la psicóloga. Recuerda también cómo los propios familiares entre ellos designan a la persona adecuada para identificar el cuerpo. «Ellos toman la iniciativa. Nosotros solo, en algunos casos, les hacemos una recomendación si vemos que la persona que han seleccionado no está lo suficientemente preparada», apunta Rocío Gamboa.
La experta en emergencias confiesa también que le ha costado especialmente atender casos en los que hayan muerto varios miembros de una misma familia. «Fue complicado actuar cuando en una misma familia fallecieron dos miembros, el abuelo y el nieto», dice Rocío Gamboa. « La tragedia es doble porque la familia se ha roto ». Rocío sigue en el Hospital del Mar, donde continúan hospitalizados la mayoría de los heridos, y a donde, según avanza, en estos últimos días han ido llegando testimonios del atentado que se encuentran en estado de shock.
«Son personas que presenciaron los hechos y están desorientadas. Tienen muchas preguntas. Algunos tienen explosiones emocionales que no entienden, otros insomnio... Se trata de asistirles y que sepan que estamos allí. Eso les da tranquilidad», explica la profesional de emergencias. De toda esta tragedia, se queda, según dice, «con la humanidad de las personas».