El «hall» del Hospital Clínic, entre la despreocupación y el apocalipsis por el coronavirus

Los usuarios acuden a las urgencias del centro barcelonés con sensaciones cruzadas

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Usuarios, este miércoles en los accesos al Hospital Clínic Inés Baucells

Tábita Forja

El Hospital Clínic de Barcelona amaneció ayer con una situación inusual: albergar a la primera persona en Cataluña diagnosticada con el virus Covid-19, una italiana de 36 años y residente en la Ciudad Condal que estuvo de vacaciones en el norte de Italia. En el «hall» de Urgencias el ambiente era tranquilo, como cualquier otro día, con pacientes y acompañantes esperando a ser atendidos por la recepcionista. A pesar de la calma de la mayoría, había una situación particular: varias de las personas iban con mascarilla y guantes.

Es el caso de Josep y su Anna, que estaban esperando a ser atendidos. Él tenía visita con el cardiólogo y su esposa lo acompañaba. «A mi no se me va a llevar una gripe. Da igual que Colau diga que todo está bien», comentaba a ABC Josep mientras ella asentía convencida. Ambos coincidían en que la situación se está saliendo de control y que la mayoría de los políticos sólo están tratando de encubrir una «inevitable pandemia» que no van a poder controlar.

Justo al otro lado de la sala, un chico -sin tapabocas- empieza a toser. Automáticamente todas las miradas se dirigen a él, como si de un enfermo terminal se tratara. «No le dicen nada porque no es un viejo», comentaba Anna a otro grupo de señoras que están a su lado para intentar destensar la situación. Todas se ríen, aparentemente todas opinan lo mismo.

«Mascarillas agotadas»

«Intentamos comprar mascarillas en más de tres farmacias y están agotadas», comenta Carmen, una joven que acompaña a su madre a una revisión. Su madre está inquieta. Observa a la gente y se tapa la boca, en un gesto que parece transmitir la desesperación y la falta de información que tiene la población en estos momentos. « La sanidad española no está lista para una enfermedad así y nos quieren hacer creer que sí», cree la madre.

Lo que se respira en esta sala de contradictorio : por un lado, gente muy despreocupada, que actúa con normalidad y que no aparenta estar demasiado interesada en lo que pasa. Por otro lado, Josep, Anna, la mamá de Carmen y otros, casi histéricos, como si el final del mundo llegara a Barcelona y ninguno de sus líderes vaya a salvarlos: dicen que van a intentar hacerlo por sí mismos. Así están las cosas.

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