Ada Colau: siete años aferrada a la política del «no»
La líder de los comunes veta o espanta proyectos internacionales interesados en la ciudad
Nuevo capítulo para el cajón de proyectos fracasados de la Barcelona de Ada Colau. La apertura de una franquicia del Museo Hermitage en primera línea del mar ha sido el último episodio con final amargo de un proyecto de dimensión internacional que finalmente no se formaliza en la capital catalana por las trabas municipales . El Ayuntamiento siempre se aferró a criterios culturales, económicos y urbanísticos para decir «no» al equipamiento y sus impulsores han decidido tirar la toalla y centrar sus últimos esfuerzos en luchar ante los tribunales por el bloqueo del proyecto y buscar ubicaciones alternativas.
Por desgracia, fracasos como este se han repetido en los últimos años en Barcelona. La instalación de nuevos hoteles de primer nivel (el más conocido, uno de la cadena Four Seasons) también quedó frustrada por las políticas contrarias al turismo del gobierno de Colau. La capital catalana, de hecho, tiene una normativa que no permite nuevos hoteles en las zonas más céntricas de la ciudad y que apenas deja margen para que los existentes puedan remodelarse.
Más sonado todavía ha sido el revés a la ampliación del aeropuerto de El Prat . En este caso intervinieron también la Generalitat liderada por ERC y Junts. Fueron los republicanos, junto a los comunes, los que cuestionaron la necesidad de mejorar las instalaciones atendiendo a cuestiones ambientales e ignorando en todo momento los beneficios que podría comportar para la economía catalana la ampliación de una de las pistas y la nueva terminal que AENA asegura que no tiene sentido si no sale adelante el proyecto. La alcaldesa, que poco antes de la decisión final visitó la zona con la ministra Yolanda Díaz se deshizo en críticas al proyecto : lo tildó de «desastre» y «despropósito» y consideró que fomentaba la «cultura del pelotazo y la especulación». Resultado final: el proyecto guardado en un cajón mientras la ampliación de Barajas (Madrid) sigue adelante.
El traslado de la sede de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) tras su marcha de Londres por el Brexit también estuvo sobre la mesa pero la Ciudad Condal perdió en la lucha por albergarla. Cierto es que cuando se decidió su emplazamiento Barcelona estaba inmersa en las consecuencias del 1-O y la inestabilidad política se había trasladado a la calle, con disturbios que traspasaron las fronteras y mancharon la imagen de Barcelona. En todo caso, muchos reprocharon a Colau no haber luchado más para acoger la institución europea. Su 'número dos', Jaume Collboni (PSC), dio la cara para conseguirlo, aunque sus esfuerzos quedaron en nada. Algo similar ocurrió con la Barcelona World Race, la regata mundial que tenía el ancla amarrada en la capital catalana y que desapareció de la agenda deportiva de la ciudad en 2019. Se dijo entonces que el 'procés' también había causado esta marcha pero a nadie se le escapa que las declaraciones de la alcaldesa mostrándose reticente con la celebración de grandes acontecimientos contribuyeron en la decisión de sus impulsores.
En el capítulo deportivo, sin embargo, se augura un posible conflicto de mayores dimensiones con la hipotética celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2030 , que España quiere acoger siempre que Cataluña y Aragón vayan de la mano con un proyecto que traspase las fronteras autonómicas.
La alcaldesa lleva semanas esquivando la postura municipal, aunque quedan claras las pocas simpatías que alberga sobre el proyecto por sus consecuencias medio ambientales. En una demostración de inanidad política, Colau aseguró que el Ayuntamiento apoyaría el proyecto siempre y cuando las comarcas del Pirineo en las que se celebrará un referéndum al respecto lo aprueben. El mensaje que transmitió la alcaldesa fue claro: Barcelona no tiene nada que decir. Al menos en este caso, Colau ha mutado su habitual política del «no» a todo por la del «ni fu ni fa». Barcelona, desnortada.