Los cazadores-recolectores del Holoceno también pescaban en el Mediterráneo

Un estudio desvela que el contexto económico entre el Pleistoceno y el Holoceno fue «más rico, complejo y variado» de lo que se creía

Detalle de la Cueva del Algarrobo UB

ABC

Cazadores y recolectores, sí, pero también pescadores. Ciervos, cabras salvajes y, ahora también, besugo y bacalao. Lanza y sedal en el Mediterráneo para reconfigurar un contexto económico «más rico, complejo y variado» que el que se acostumbraba a atribuir al período bisagra entre el Pleistoceno y el Holoceno. Así se desprende de un estudio publicado en la revista «The Journal of Island and Coastal Archaeology» en el que investigadores de la Universidad de Barcelona, la Universidad Jaime I, el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena y el Servicio de Investigaciones Arqueológicas y Prehistóricas de la Diputación de Castelló concluyen que la pesca y la explotación de los recursos marinos también formaban parte de las rutinas de los cazadores recolectores que vivían en la costa mediterránea entre el Pleistoceno y el Holoceno.

«Los estudios realizados hasta la fecha en la Península Ibérica han llevado a creer que los sitios de cazadores-recolectores con explotación del medio marino se encuentran particularmente en el área cantábrica y atlántica. Defendemos la existencia de comunidades de cazadores-recolectores que hicieron un uso considerable de los recursos marítimos desde el final del Pleistoceno y el comienzo del Holoceno en la costa mediterránea de la Península Ibérica«, puede leerse en el arranque de una investigación que aboga por un cambio de paradigm a y por la inclusión de la ribera mediterránea en los enclaves habitados por cazadores-recolectores-pescadores.

La cueva de La Higuera, en Cartagena UB

Para ello, se han analizado una decena de yacimientos arqueológicos situados a lo largo de más de 800 kilómetros de la costa, desde Tarragona hasta Málaga pasando por El Collado, la Cativera, El Algarrobo y Nerja. Es ahí donde los investigadores han descubierto que, a medida que avanzaba el tiempo, los invertebrados terrestres empezaban a ceder su espacio a erizos de mar, crustáceos, cefalópodos, besugos y bacalaos. Incluso cuando los habitantes tenían que desplazarse más de treinta kilómetros para llegar al mar, como ocurría en la Cova y el Collado, ahí estaban las provisiones marinas listas para enriquecer el menú.

Un cambio de hábitos en el Mediterráneo que hasta ahora había quedado eclipsado por la abundancia de evidencias halladas en las costas cantábrica y atlántica, donde lo abrupto del terreno sirvió como protección a nte la progresiva inundación del entorno producida por el deshielo de los polos durante el Holoceno. Durante la investigación, los paleontólogos también han descubierto que, cuanto más al sur, como ocurre con la cueva de Nerja, mayor variedad y riqueza de recursos. La razón, apuntan, sería la entrada de aguas procedentes del océano Atlántico, por su proximidad, y prueba de ello es la presencia de restos de «Littorina obtusata», o de especies de climas más fríos, como las de los bacalaos «Melanogrammus aeglefinus» o «Pollachius »Pollachius«. El Mediterráneo, añaden, se considera más pobre biológicamente debido a la salinidad, la temperatura, la falta de nutrientes y el carácter imperceptible de las mareas.

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