Sergi Doria - Spectator in Barcino
Cataluña en otoño
La historia se repite como tragedia y luego como farsa. Si el referéndum es en octubre, es inevitable recordar el de 1934
Los especialistas en el orwelliano «doble pensar» -con Puigdemont a la cabeza- siguen asegurando que el referéndum será en otoño. La historia se repite como tragedia y luego como farsa, afirmó Marx (Karl). Y si el referendum fuera en octubre resulta inevitable recordar octubre del 34. Por eso hemos consultado el Diario de Sesiones del Parlamento de Cataluña de los días previos al golpe de Companys contra el gobierno de la República que acabó -como casi todo el mundo no sabe-, muy mal. Tan mal que el Diario no volvió a publicarse hasta el 29 de febrero de 1936.
El 1 de octubre de 1934, el presidente del Parlament Joan Casanovas abre la sesión. En el orden del día, nombramiento de Josep Dencàs i Puigdollers, consejero de Gobernación. Dencàs rivaliza con Miquel Badia, jefe de la policía autonómica, en ver quién es el más separatista del fascistoide Estat Català. Y Badia, conocido como el «capità collons» por su represión del anarcosindicalismo, rivaliza con Companys para ganarse el amor de Carme Ballester, que será la segunda esposa del divorciado «president». Con el nombramiento, Companys azuza la rivalidad entre Dencàs y Badia.
La oposición de la Lliga Catalana denuncia el doble lenguaje del gobierno de la Generalitat: «Vivimos en este confusionismo porque, aquí y fuera de aquí, no se sabe bien cuál es la orientación de la Generalitat y de la Cataluña autónoma. Hay en determinados sectores una orientación separatista; y en otros sectores una orientación diametralmente contraria a la orientación separatista... Los diputados de esta Minoría no somos separatistas», proclama Duran i Ventosa, del partido de Cambó. «¡Ya lo sabíamos! ¡Sois españolistas! ¡Y pronto ni catalanistas!», le espeta Joan Fronjosà, de ERC. El diputado de la Lliga reitera que él no niega la opción separatista; lo que no es respetable «es jugar ante la opinión catalana y ante la española, con un doble juego de separatismo en unos momentos y no separatismo en otros».
Siguen las risas en los escaños gubernamentales. Estamos en pleno conflicto por la Ley de Contratos de Cultivo que la Lliga denunció al Tribunal de Garantías Constitucionales: «No es posible llevar los asuntos a un Tribunal determinado para reservarse después el derecho de acatar o no acatar sus resoluciones según nos gusten o no», añade Duran i Ventosa. Al final del debate, Companys perjura: el gobierno de la Generalitat es fiel al Estatuto, a la Constitución y a la República… «¡Ojalá todos pudieran decir lo mismo!». Remata su afirmación con presuntos agravios que abonarían una rebelión contra el gobierno republicano. Citamos, textualmente, en catalán: «En un moment en què es trepitgen les nostres llibertats, en què veiem un perill per a l’autonomia de Catalunya, de cara això, si s’aixeca una onada sentimental d’amor a la terra no és prudent apagar-la amb la prosa de les paraules que podrien fer minvar la pròpia defensa de Catalunya...». Se levanta la sesión entre gritos de «Molt bé!».
Jueves, 4 de octubre. Pere Coromines, diputado de ERC, alude a «rumores y noticias» que se propagan fuera de Cataluña. Companys asevera que por grave que sea la coyuntura el Parlament debe proseguir su labor y reunirse el viernes 5. Concluye su intervención dando vivas a Cataluña y la República. No habrá tal reunión porque el golpe está en marcha: revolución en Asturias y asonada separatista en Cataluña. En el orden del día del 5 de octubre -increíble pero cierto- se iba a discutir el dictamen de una comisión sobre el proyecto de ley que regulaba «el ejercicio de los derechos del referéndum». Aquel viernes de 1934, la sesión se cerró nada más empezar, cinco y media de la tarde.
El consejero de Finanzas justificaba así la ausencia del gobierno de la Generalitat: «Las circunstancias actuales requieren por parte del gobierno una atención constante, y es por esto que con la máxima sobriedad me presento en nombre del gobierno a pedir a la Cámara que, siendo difícil, por no decir imposible, cumplir a la vez los deberes que impone al gobierno esta hora por la que atraviesa Cataluña y la asistencia a la deliberación de la Cámara, los señores diputados accedan a levantar la sesión de hoy».
Lanzado al abismo del 6 de octubre, hacía tiempo que al «president» le importaba muy poco la ley sobre el cultivo para Cataluña. La «onada sentimental» que anunciaba Companys, jaleado por el fascista Dencàs, acabó en fiasco histórico. Como escribió Joan Puig i Ferreter, a la sazón diputado de Esquerra, Companys estaba empeñado en pasar a la historia como un héroe: demostrar a sus rivales políticos -y sentimentales en el caso de Badia-, quién era el más nacionalista y -aunque le llamaran «l’ocellet»- tenía más «collons»: «No solo no podemos exigir que el político sea un héroe, sino que nos hemos de oponer, impedirlo por todos los medios», escribió en sus memorias.
Animamos al señor Puigdemont a leerse el Diario de Sesiones de octubre de 1934. Esperemos que la historia -aunque sea como farsa- no se repita en 2017. El heroísmo impostado del «tot o res» no hizo ningún bien a Cataluña.