José García Domínguez - Punto de Fuga
New York Trolas
La verdad es que solo una fracción minoritaria de la población catalana mayor de edad mostró algún interés por acercarse a esas urnas de la soberanía
Es sabido que la base fundamental de toda propaganda política que se quiera eficaz radica en la repetición constante y machacona de un mensaje simple, cuanto más simple mejor. Así el tedioso “agit-prop” de nuestros separatistas domésticos y su insistencia en repetir un millón de veces durante todos los días del año la suprema trola de que la mayoría de los catalanes, el aplastante ochenta por cien para ser precisos, exige la celebración de ese referéndum de autodeterminación. Una mentira de dimensiones más o menos equivalentes al perímetro exterior de la catedral de Burgos que, pese a la palmaria falsedad del aserto, ha logrado incluso atravesar el Atlántico. He ahí ese extraviado editorial de The New York Times en el que se afirmaba como si en verdad se tratase de un hecho real y contrastado que más de la mitad de los habitantes de Cataluña votó en el simulacro de consulta organizado por Artur Mas cuando aquel célebre 9 de noviembre. Algo que simplemente es falso, como cualqueira que se moleste en consultar los datos oficiales de participación ofrecidos por la propia Generalitat puede comprobar.
Contra lo que nuestros incansables agitadores institucionales le han hecho creer hasta al pobre editorialista del New York Times, la inmensa mayoría de los catalanes reales, los de carne y hueso, se abstuvo de participar en aquella chusca escenificación coral del independentismo. Porque la verdad es la verdad, la diga Agamenón, su porquero o el último becario en prácticas del New York Times. Y la verdad es que solo una fracción minoritaria de la población catalana mayor de edad mostró algún interés por acercarse a esas urnas de la soberanía que, a decir de la propaganda oficial, tanto reclaman. En concreto, se prestó a votar algo menos del 33% del censo local. El resto, esto es siete de cada diez habitantes catalanes con derecho a voto, nos quedamos en casa. Más procede admitir su condición de genuinos maestros del embuste. Es para lo único que valen.