Ramon Espadaler - Tribuna Abierta

Y ahora, elecciones

Defiendo la necesidad de dar una oportunidad a la gobernabilidad y al diálogo en la envenenada cuestión territorial

El acuerdo entre Sánchez e Iglesias, apuntalado por un cóctel de votos a favor y de abstenciones, ha hecho posible lo que necesitaba España: un gobierno. Otra cosa es su signo y, sobre todo, las políticas que se propone hacer, tanto en el eje izquierda-derecha como en las dañadas relaciones entre Cataluña y España .

Tengo la sensación de que no sólo abrimos una nueva legislatura, sino también una nueva etapa , un nuevo ciclo. Hay algunos elementos que invitan a pensar que estamos en un nuevo paradigma: el nacimiento del primer gobierno de coalición desde la Transición, la irrupción con fuerza de Vox en las Cortes Generales o el apoyo de ERC y la hostilidad de los herederos de Convergència al nuevo Ejecutivo. Y, como suele ocurrir con todo lo nuevo, se generan por igual ilusiones y suspicacias . Alabanzas y críticas avant la lettre que haríamos bien de aislar en beneficio de la política y de los hechos que de ella se deriven, de las políticas concretas y de los gestos, siempre tan importantes en política. En cuanto a los gestos, son conocidos, tanto en el plano de las relaciones Cataluña-España como en el socioeconómico: un gobierno abierto al diálogo territorial y, al mismo tiempo, sólidamente escorado a la izquierda. Un gobierno que necesita tiempo para afrontar, para desescalar, el conflicto territorial que, según todo apunta, compensará con el diseño de políticas claramente de izquierdas: reforma fiscal, contrarreformas educativa y laboral y legislación en temas supuestamente progresistas como la eutanasia.

Veremos qué da de sí todo ello. Les confieso que, a pesar del escepticismo e incluso la discrepancia respecto a la bondad de algunas de las políticas anunciadas, defiendo la necesidad de d ar una oportunidad a la gobernabilidad y al diálogo , particularmente en la envenenada cuestión territorial. Pero esta oportunidad pasa, inexorablemente y con urgencia, por unas nuevas elecciones al Parlament. No tiene sentido poner en marcha una mesa de diálogo con el desequilibrio estructural existente entre un gobierno que apenas empieza y uno que está terminado por falta de proyecto y que funciona por inercia.

En Cataluña, las elecciones son la única salida , incluso a riesgo de que no sean la solución. Perpetuar la agonía de un gobierno que ya no disimula sus desavenencias, no sólo no nos lleva a ninguna parte, sino que puede derrochar el nuevo intento de diálogo que dibujado por ERC, PSOE y PSC. Una propuesta que incomoda sobremanera a los herederos de Convergència, a juzgar por el cierre que exhibió Torra en la mesa para el diálogo del viernes. Proponer acotar el diálogo a la amnistía y la autodeterminación y exigir un mediador, como hizo Torra, equivale a reventar una iniciativa a la que deberíamos dar una oportunidad. Una oportunidad que pasa por poder debatir otros aspectos como, por ejemplo, los recogidos en la Declaración de Barcelona del PSC o en las «Bases para un pacto de Estado Cataluña-España» de Units per Avançar.

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