Pablo Nuevo - Tribuna Abierta
Vivan los políticos (con perdón)
Ante una crisis moral y política como la que atraviesa España las instituciones no pueden, por sí solas, afrontar los problemas
La experiencia demuestra que la tecnocracia ni soluciona los problemas de un país ni sirve de antídoto al populismo
Una de las consecuencias de la grave crisis económica que hemos pasado es un descrédito generalizado de la clase política. Y si en la izquierda la actitud antipolítica ha alimentado el populismo, en la derecha ha hecho renacer la tentación de la tecnocracia.
Desde luego, motivos no faltan: partidos endogámicos y cerrados a la sociedad, sensación de corrupción generalizada, incapacidad de los políticos para afrontar los problemas reales de nuestra sociedad (como el invierno demográfico, la (in)sostenibilidad de nuestro modelo de bienestar, etc.)... Ante este panorama es comprensible que quienes no comparten las recetas de una izquierda que ha logrado arruinar incluso países ricos en recursos naturales como Venezuela confíen en que sean los técnicos -especialistas en el funcionamiento del Estado, como los altos funcionarios- quienes arreglen nuestros problemas. Además, el recurso a la tecnocracia permite a una derecha que se avergüenza de sus principios rehuir el debate público; en efecto, ¿para qué participar en una conversación nacional sobre qué debemos hacer como país (esto es, qué queremos hacer juntos, qué debemos garantizar a todos los españoles y qué debemos dejar a la libre iniciativa y responsabilidad de cada cual) si todo se reduce a la aplicación mecánica de recetas técnicas?
Ahora bien, la experiencia demuestra que la tecnocracia ni soluciona los problemas de un país ni sirve de antídoto al populismo. Ante una crisis moral y política como la que atraviesa España las instituciones no pueden, por sí solas, afrontar los problemas. Es necesario convocar a todos los españoles a una empresa de regeneración nacional, para lo cual además de buenas soluciones técnicas es necesario caldear el corazón de nuestros compatriotas. Como decía Saint Exupéry, para construir una nave no basta reunir un equipo y distribuir las tareas, sino que es preciso enseñarles la nostalgia del mar amplio e infinito.
Lógicamente, no se trata de prometer lo irrealizable, ni de pretender que se puede construir el paraíso en la tierra. Si como enseñara Cánovas la política es el arte de aplicar en cada época la parte del ideal que las circunstancias hacen posible, la política fecunda necesita de ideales -de una cierta idea de España- a partir de los cuales desplegar las soluciones técnicas. Y eso, sin políticos, no es posible.
Pablo Nuevo es abogado y profesor de Derecho constitucional de la Universidad Abat Oliba CEU