La venta ambulante en las playas de Barcelona no decae pese a la pandemia
Motivo de discordia para el consistorio y los comerciantes, son vistos con buenos ojos por algunos vecinos de la Barceloneta
A algunos barceloneses les ha sorprendido ver este verano el paseo Joan de Borbó, la principal avenida del barrio de la Barceloneta, sin casi manteros este año. La imagen contrasta con escenas de años atrás en las que incluso llegaron a darse incidentes entre turistas y unos vendedores ambulantes que ocupaban gran parte del espacio público. Aparentemente, la pandemia parece haber diluido este agosto la presencia del comercio informal en calles y plazas, pero no ha remitido del todo.
Aunque en menor cantidad, lateros y vendedores 'top manta' siguen campando por las zonas más turísticas de la ciudad. Al margen de las cervezas, los pareos y abalorios, han aparecido este año otros productos de temporada, como mojitos y sangrías , que completan la oferta de un circuito del comercio informal que no ha parado este año a pesar de la pandemia y la bajada del turismo extranjero en Cataluña. Este agosto, algunos vendedores seguían paseando, cuál camareros, con una bandeja en la que llevaban una botella de ron y aderezos para preparar bebidas a quienes tomaban el sol. Hace unos días, incluso se dio el caso de un hombre que vendía sardinas en una calle del barrio del Raval.
Con todo, la situación de este año contrasta con la gran presencia de vendedores que obligó en 2019 al Ayuntamiento a activar un dispositivo permanente de agentes de Mossos, Guardia Urbana y Policía Portuaria contra la venta irregular en espacios públicos. El pasado verano este operativo intervino 69.308 bebidas procedentes de la venta ambulante, un 60% menos que en 2019. Un total de 8.927 denuncias relacionadas con el comercio ilegal, según datos del consistorio barcelonés. Este año, el consistorio todavía no ha ofrecido datos de decomisos.
Elisabet Bellón, del restaurante Sal Mar de la Barceloneta, explicaba esta semana pasada a ABC que el tema de la venta ambulante supone un problema de «mala imagen» para esta zona de restaurantes y chiringuitos. La hostelera afirma que si bien el comercio irregular les perjudica, no les resta el perfil de su cliente habitual. Bellón distingue entre el cliente «nacional» y el extranjero: este último, según explica, es el que suele comprar latas en el circuito ilegal, que también ofrece en ocasiones sustancias como cocaína. De hecho, añade que, generalmente, el cliente autóctono sabe dónde se almacenan estas latas -alcantarillado u otros espacios insalubres- destinadas a la venta ilegal y, por ello, ni se plantea adquirirlas de ese modo.
María Vilar regenta un local vecinal frente a la playa de la Barceloneta: «A mí no me molestan» , defiende a propósito de los vendedores. No obstante, señala que a veces estos se confunden con ladrones que hacen ver que ofrecen sus productos a los turistas para entretenerlos y robarles. El local de Vilar forma parte de una hilera de espacios en los que vecinos y habituales de la zona disfrutan del entorno entre bromas y partidas de dominó. Espacios gestionados por la vieja guardia del barrio: testigos de la evolución, involución para algunos, de la zona marítima.
Del mismo modo en que los locales de los vecinos presencian el devenir de la playa, también es referencia el punto de información municipal de la misma, lugar al que los bañistas acuden ante contratiempos habituales -robos, por lo general-. Uno de los informadores de la oficina expone que, a su criterio, el número de vendedores ambulantes es el habitual . Respecto de la concurrencia de comerciantes irregulares, no es de la misma opinión Alícia Bosch de Espai del Mar -centro deportivo municipal-, quien sí observa una disminución de vendedores a raíz de la crisis sanitaria causada por el Covid-19. Al mismo tiempo, habla de su experiencia, en este caso positiva: «A mí, incluso, me han ayudado», expone a propósito de los comerciantes ilegales en relación con un robo que sufrió.