Antonio Robles - TRIBUNA ABIERTA

Valls y el catalanismo

Su figura contrasta con esa atmósfera nacionalista, supremacista, decadente e irrespirable

Sorprende la precipitación con que articulistas de toda condición se han puesto a calificar a Manuel Valls con cierta condescendencia. Vamos, a perdonarle la vida por el atrevimiento.

Carezco de una visión fundada en hechos contrastados que me ayuden a calibrar su apuesta por la alcaldía de Barcelona. Aún menos si tal apuesta será una revolución o nos saldrá rana. Pero de lo que no me cabe duda, es que su figura contrasta con esa atmósfera nacionalista, supremacista, decadente e irrespirable, ensimismada en sí misma, y ausente, no sólo de la realidad, sino del tiempo histórico que le ha tocado vivir.

Viene de Europa, de la mejor Europa, la desacomplejada, la ilustrada, y jacobina Francia. Con los galones de haber sido primer ministro, y una experiencia política de hombre de Estado. La frescura de sus discursos en medio del avispero catalán apunta maneras nunca vistas antes en Cataluña. A excepción de la irrupción del primer C´s en 2006. Sienta cátedra: “No podemos dejar la libertad, la democracia y el respeto a las instituciones en manos de los nacionalismos y de los populismos”.

Efectivamente, no podemos. Y en eso Valls tiene un valor añadido, como lo tiene el empresario alemán, Karl Jacobi si finalmente se presenta. No está contaminado por la atmósfera supremacista del pujolismo. En un sentido capital, en que aún no ha diluido sus principios republicanos en esa masa madre del nacionalismo, que es el catalanismo. Pero también ese es el peligro. Su plataforma “Barcelona capital europea”, no le ha hecho ascos al catalanismo moderado, además de a Cs, PPC y PSC. Si quiere ganar parece inevitable contar con él. La cuestión es si una vez emprendido ese camino, se diluya en sus efluvios y acabe perdiendo la frescura y, con ella, los votos no nacionalistas. El horno no está ya para bollos, y los bloques son cada vez más rígidos. En el pasado, la UDC de Duran i Lleida, y el PSC de todas las épocas hicieron de colaboradores necesarios del desastre que nos ha traído hasta aquí. La cuestión es si está al tanto de ese avispero, y hasta dónde está dispuesto a ceder.

En cualquier caso, mientras no surja con fuerza una izquierda no nacionalista, cualquier acción constitucionalista es casi inviable. Fuerza a dCIDE.

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