Valentí Oviedo llega al Liceu dispuesto a priorizar la orquesta y el coro y reforzar el sistema pedagógico

El nuevo director general del teatro barcelonés apuesta por la búsqueda de la excelencia artística

Valentí Oviedo, fotografiado en el Gran Teatre del Liceu A. BOFILL

PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

Salvador Alemany, presidente del Patronato del Liceu, presentó al flamante director general del Gran Teatre, Valentí Oviedo (Manresa, 1977), que llega desde la dirección del Institut de Cultura de Barcelona (Icub) y a la que llegó procedente del consorcio de la OBC y de L’Auditori de Barcelona. Su salto al Liceu, la infraestructura cultural más importante de Cataluña, se concretó a finales de marzo materializándose desde primeros de mayo después de haber sido seleccionado entre 42 candidatos que optaron a suceder en el cargo a Roger Guasch, quien ahora gestiona el RCD Espanyol. Por expreso deseo de Oviedo, la presentación se realizó en la sala Mestres Cabanes del Liceu para, apuntó, «reconocer la calidad de nuestros creadores».

Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la UAB, Valentí Oviedo se inició en la gestión cultural al frente de la Manresana d’Equipaments Escènics que gestiona la Kursaal de esa localidad. Entre ese cargo y el que ahora asume, hay no solo mucha experiencia de por medio, sino también responsabilidades y un presupuesto mucho mayor.

El nuevo director expuso su ideario después de que Alemany afirmara que, con esta incorporación, el Gran Teatre «inicia una nueva etapa en la que queremos enfatizar que caminamos hacia la excelencia artística como primer argumento. Una institución de estas características, que tiene que contar con el apoyo de las administraciones públicas, siempre tendrá que velar por su financiación. O sea que la lucha por la excelencia no olvida esa búsqueda de equilibrio económico, pero ahora necesitamos ambición y que la autoestima de todo el equipo del Liceu sea la mejor».

El presidente del Liceu subrayó que, con Oviedo, «incorporamos ambición, experiencia y juventud para perfeccionar el relato del Liceu a nivel nacional e internacional. En esto hay que trabajar si se quiere trascender una generación, y en esta casa apostamos por una programación para todos cuidando los ámbitos social y educativo. El Liceu ha de situar a Barcelona en la primera línea de la lírica internacional».

Oviedo se encaminó por los mismos derroteros. Lleno de ideas, puso en primer lugar de sus prioridades al apartado artístico: «Después de conocer a los 325 trabajadores de la casa, estoy convencido de que nuestros cuerpos estables, coro y orquesta, son prioritarios porque son la base de la calidad del Teatre. Hay que revisar el presupuesto para apoyar al máximo la actividad artística». También se confesó o bsesionado por el servicio educativo. «Tenemos que revisar y ampliar nuestro proyecto pedagógico, que no cuenta ni con pedagogos ni con musicólogos», además de apuntar la importancia de «empapar el ADN de nuestras actividades con una Barcelona inquieta y moderna. Tenemos un público apasionado por las voces, por el bel canto, por Wagner... Venimos de la tradición y vamos hacia la modernidad».

Al explicar su pliego de intenciones Oviedo citó en varias ocasiones tanto al director musical de la casa, Josep Pons, como a la directora artística, Christina Scheppelmann, sus aliados en la búsqueda de la excelencia, «del teatro de las grandes voces, de los montajes innovadores. El presupuesto es el que es, pero hay que saber cómo gastarlo, orientándolo hacía el ámbito idóneo. Yo comenzaría por ayudar a financiar la orquesta, en la búsqueda de la calidad. Como teatro público, tenemos que generar magia, sueños, emociones. Eso debe ser la base de nuestro proyecto».

También afirmó que es obligación del Liceu «retornar a la sociedad la gran inversión que hacen las administraciones estableciendo un diálogo con la sociedad. Hay que conseguir más recursos y los conseguiremos solo si tenemos un proyecto ilusionante. Sin él no podemos ir a pedir apoyos. La diálogo con las instituciones del Estado tiene que basarse en la confianza mutua», a lo que Alemany apostilló que, en este momento, «la relación del Liceu con las administraciones del Estado son óptimas».

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