Los últimos gestos del gobierno de Torra enturbian la paz recosida con los Mossos tras el 1-O

La cúpula policial se siente menospreciada por la gestión del Govern de Quim Torra

El presidente de la Generalitat Quim Torra, pasa revista a los mossos d'Esquadra a su llegada al Parlament EFE

Jesús Hierro

Tal vez en el caso del consejero de Interior de la Generalitat habría que matizar aquellas máximas bíblicas sobre las palabras y las obras, pues a Miquel Buch le define lo que dice al menos tanto como lo que hace. Su ultimátum al «Gobierno de España» por el ultraje a la patria catalana que consideró que significaba el envío a Cataluña de 1.714.000 mascarillas -al asociar esa cifra con la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión- es el ejemplo de que en ocasiones lo que mejor perfila al político es su discurso. Pero también lo que hace, o lo que no hace. Como la exclusión de los Mossos d’Esquadra, por parte del gobierno al que Buch pertenece, de las retribuciones extras para profesionales que trabajan en primera línea contra el Covid-19. Además de a los sanitarios, la Generalitat incluyó en el plan a Bomberos y a Protección Civil, pero no a la policía catalana . La decisión indignó a la cúpula de los Mossos y a los sindicatos policiales, que se sintieron «menospreciados». Luego, el ejecutivo de Torra prometió buscar una solución.

«Con la historia no se juega»

Las palabras. El pasado 13 de abril, en una de las ruedas de prensa diarias del gobierno catalán en esta crisis del coronavirus, Buch miró fijamente a la cámara, subió el tono, y en un alegato nada improvisado quiso «enviar un mensaje al gobierno de España» para advertirle de que «con la historia de los catalanes no se juega» . En su paranoia solo le secundó la órbita posconvergente -el espacio político al que pertenece-, la que más se agarra a los símbolos como fuente de legitimidad para la secesión. La CUP resopló en las redes, y desde las filas de ERC, Rufián comparó la intervención de Buch con un gag de Polònia, el programa satírico de la televisión pública catalana que caricaturiza a la clase polítca.

Capítulo aparte merece la alusión de Buch, en esa misma rueda de prensa, a que el Govern no permitiría que la próxima partida de mascarillas o de test «tengan que ver con el 1939», en alusión al año en que acabó la Guerra Civil y comenzó la dictadura. Sugerir esa afinidad de Podemos y el PSOE con el franquismo no se le hubiera ocurrido ni al Buch de Polònia, pero sí a quien dirige la Consejería de Interior, de la que dependen los Mossos d’Esquadra. Y los hechos. Los problemas para que los agentes pudieran someterse a los test del Covid-19 y la exclusión, en un primer momento, de las remuneraciones extra, irritaron a los mandos de los Mossos. Fuentes policiales consultadas por ABC aseguran que los últimos gestos de la Consejería de Interior han enrarecido el ambiente entre las cúpulas policial y política .

El desafío independentista del último trimestre de 2017 abrió una profunda brecha entre el cuerpo y el Govern, que se ha ido recomponiendo poco a poco, no sin altibajos. Una prueba de fuego para aquellas heridas que empezaban a cicatrizar fueron las violentas manifestaciones del octubre pasado, tras la sentencia del «procés».

Amenaza de una auditoría

Allí, Buch navegó entre dos aguas, en un difícil equilibrio entre la defensa de la labor policial y los intereses políticos de un Govern que se desentendía de la violencia y responsabilizaba de los disturbios a «grupos infiltrados», versión que él mismo alimentó. Mientras los contenedores ardían en las calles de Barcelona, Torra se ajustó el atuendo de activista y abandonó la capital catalana para participar en una marcha en favor de los presos. Ante la ausencia del presidente, Buch dio entonces la cara y defendió la actuación policial, según reconocen fuentes policiales consultadas. Poco después, sin embargo, trató de contentar a la parroquia más cercana a la CUP anunciando que los Mossos, por esas actuaciones, se someterían a la auditoría interna más grande en su historia . Eso no sentó bien al cuerpo.

Y otra vez las palabras, en este caso de su jefe de prensa, Joan Maria Piqué, que recientemente evocó la vía bélica en un tuit reciente para defender la independencia. Publicó un mensaje con un cartel de la Guerra Civil en la que unas manos sujetan un rifle junto a la leyenda «por nuestra independencia» . Y Piqué añadía un comentario personal: «Quizá es un enfoque que todavía no hemos planeado y funcionaría». Buch protegió a su director de comunicación y aseguró que el sentido del comentario «no era el que muchos han querido interpretar». El tuit indignó también a los sindicatos policiales.

Esa retroalimentación moldea discursos que enojan a los Mossos, aunque Buch se prodigaba ya en impertinencias antes del aterrizaje de Piqué en la Consejería -a finales de septiembre del año pasado- tras el cese nunca aclarado de su antecesora. Durante el gran incendio que el agosto pasado asedió Tarragona, el consejero calificó la participación del Ejército en las labores de extinción como ayuda «de un país vecino». Ahora, con la presencia de la Unidad Militar de Emergecias (UME) por la crisis del Covid-19, Buch se ha mostrado más comedido .

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