Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Truco

Al declarar Mas que no quiso desobedecer al Tribunal Constitucional, quita épica al “proceso” y evidencia que lo que realmente le interesa es no ser inhabilitado

Para el independentismo catalán, el juicio contra Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau es como agua de mayo en febrero. El nacionalismo, para sobrevivir en una coyuntura que anuncia la crisis del “proceso, necesita más victimismo, propaganda y emociones que ofrecer a la parroquia. Y mártires.

El juicio permite escenificar el conflicto entre el Estado y «Cataluña». Un Estado –ahí está el relato que el juicio ha desatado- que no reconoce el «derecho a decidir», que no tolera que el gobierno de la Generalitat cumpla «el mandato democrático», que «niega la convocatoria y celebración de un referéndum para que el pueblo catalán decida libremente su futuro político», que es «enemigo de algo tan democrático como las urnas», que «es incapaz de dialogar» con la Generalitat, que «judicializa la política». Un Estado «no democrático que obliga al «pueblo» a salir a la calle en apoyo de los encausados y en defensa de la democracia y los ciudadanos de Cataluña, porque «el 6F nos juzgan a todos».

Frente a la España antidemocrática, el pueblo se manifiesta por las urnas y el voto. Movilizar a los indignados nacionalistas en beneficio propio, ese es el propósito del independentismo. Hay que demostrar que la revolución de la sonrisa continúa su lucha pacífica en defensa del futuro nacional de Cataluña. Nadie, ni el Estado, ni los Tribunales, podrán impedirlo. Pero, la cosa no salido del todo bien. A Artur Mas se le ha visto el truco. Al declarar que no quiso desobedecer al Tribunal Constitucional –la culpa, por supuesto, es de los voluntarios-, quita épica al “proceso” y evidencia que lo que realmente le interesa es no ser inhabilitado para poder concurrir a unas elecciones autonómicas que se avecinan. Y la CUP se ha dado cuenta y amenaza con romper la estabilidad parlamentaria si Carles Puigdemont no convoca ya el referéndum de marras. Y Esquerra observa y calcula. Y el PDECat tiembla. Queda claro: en el seno del independentista todos se miran de reojo. Nadie se fía del vecino.

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