Miquel Porta Perales - El oasis catalán
Trampa
Puigdemont podría haber dicho que sí proclamó la República, pero ello implicaba caer en las manos del secesionismo más integrista y tener problemas con el Estado y la Justicia
Carles Puigdemont podía haber dicho que no proclamó la República Catalana, pero prefiere afirmar –después de la cháchara habitual: el referéndum ilegal y sus supuestos efectos que curiosamente relaciona con el Brexit legal- que “el Parlament podrá proceder, si lo estima oportuno, a votar la declaración formal de independencia que no votó el 10 de octubre”. Así se contenta a los partidos independentistas, la sociedad civil secesionista y la calle ídem. Carles Puigdemont podría haber dicho que sí proclamó la República Catalana, pero ello implicaba caer en las manos del secesionismo más integrista y tener problemas con el Estado y la Justicia. La carta de Carles Puigdemont o sigue la astucia. Es decir, la trampa.
La cuestión: ¿qué busca Carles Puigdemont? Quizá quiera ganar tiempo con la vana esperanza puesta en una Unión Europea que reclame la mediación en el conflicto aceptando así el estatuto soberano de Cataluña. Quizá espera la reacción del Estado para victimizarse todavía más, recuperar la credibilidad perdida ante los suyos y recobrar una iniciativa política que ni tiene ni tendrá. Quizá busca no ser el primero en dar el paso al frente –que lo haga el Estado por la vía del artículo 155 de la Constitución y así se libra de ser masacrado por el secesionismo integrista que le rodea- y avanzar unas elecciones autonómicas que llegarán más pronto que tarde. ¿El diálogo que reclama en su carta? Una trampa en toda regla. ¿Cómo dialogar con quien no acepta la legalidad democrática y, ni siquiera, se digna dialogar con la oposición en un Parlament que está cerrado después de haber dinamitado la Constitución y el Estatuto?
A partir de ahora, ¿qué? Quizá se proclame la “declaración formal de independencia” si el Gobierno implementa el artículo 155 de la Constitución. Así se libra Carles Puigdemont de la reprimenda de la CUP y asimilados y posibilita que el Estado avance –quizá sea eso lo que busca- las elecciones autonómicas. ¿Algo más? La calle seguirá siendo suya. Cuídense.