Miquel Porta Perales - El oasis catalán
Trágala
Junts pel Sí y la CUP han aprobado la celebración de una fiesta particular a la que solo se invita a la familia y a las amistades íntimas. Un referéndum que no se celebrará
Y en eso que, en el Debate de Política General, el parlamento catalán aprueba la celebración del referéndum secesionista a un año vista. El reflejo condicionado funciona: como si de un resorte se tratara –el muelle nacionalista existe y está bien engrasado-, los miembros de Junts pel Sí y la CUP se ponen en pie y aplauden. En el otro lado del hemiciclo, la oposición, sentada, guarda silencio. Y Ciudadanos, el PSC y el PP –a diferencia de Catalunya Sí que es Pot, que se abstiene- ni siquiera participan en el sarao. No votan. En definitiva, una imagen del “proceso”. El alborozo de unos y la tristeza de otros. Unos, se aplauden a sí mismos. Otros, lamentan lo que ocurre. Una sociedad resquebrajada o quizá ya dividida.
El secesionismo aplaude y se aplaude. ¡Lo hemos conseguido! ¡Qué grandes somos! Pero, ¿qué han conseguido? Un referéndum ilegal, de parte, en que el “no” se ausentará, no vinculante, sin garantías, sin reconocimiento internacional, que será suspendido por el Tribunal Constitucional. De hecho, Junts pel Sí y la CUP han aprobado la celebración de una fiesta particular a la que solo se invita a la familia y a las amistades íntimas. Un referéndum que no se celebrará. Quizá buscan eso: que el Estado y sus instituciones impidan la celebración de un referéndum “democrático”. Victimismo, populismo, demagogia. Son así. Quizá, busquen el conflicto a través del desafío y la desobediencia. Quizá, todo ello sea una comedia en clave presupuestaria y electoralista. Clave presupuestaria: Junts pel Sí necesita aprobar los Presupuestos con el concurso de una CUP partidaria del referéndum que, por otro lado, no se fía ni de los convergentes ni de los republicanos. Clave electoralista: ni Junts pel Sí ni la CUP pueden defraudar a su parroquia soberanista. Adelante, pues, con un referéndum que acabará en elecciones autonómicas, porque “España no nos deja votar”. Sigue la farsa. Y Carles Puigdemont va a Madrid a escenificar el “diálogo” del “o referéndum o referéndum”. Un trágala.