Toni García-Pérez - Tribuna Abierta
TV3: La de una parte
Se podría afirmar que la televisión pública se ha convertido en una empresa privada para unos de una parte pero pagada por todos
Vivimos tiempos extraños. Hemos hecho que los tiempos sean extraños. Hemos dejado que otros conviertan en extraños los tiempos que vivimos y eso es así. Aceptemos nuestra parte de responsabilidad. En 1984 todos aplaudimos el nacimiento de TV3, suponía una bocanada de aire fresco en el sector audiovisual, más variedad y la puerta de entrada a otras autonómicas y privadas. Incluso vimos bien que el catalán fuese la lengua vehicular. Aplaudimos en su momento y por eso debemos responsabilizarnos de su deriva. Permitimos que se convirtiese en herramienta política y por eso, y también, todo hay que decirlo, por la llegada de la TDT y diversas plataformas, actualmente TV3 solo la ven uno de cada siete catalanes. Con lo que la burbuja informativa se ha reducido más si cabe y se ha convertido en la ventana para una minoría de un perfil muy determinado.
No voy a hablar de El Último Show, la estupenda serie aragonesa creada por Álex Rodrigo donde «Marianico el corto» ha sido doblado al catalán, ni de que una periodista de TV3 riña públicamente a un profesional de la seguridad por no saber catalán. Hoy, el asunto es explicar que la teva es solo la de unos pocos.
El actual director de TV3, Vicent Sanchis, está realizando entrevistas a los líderes de las fuerzas políticas del Parlament. Sin duda, una de las funciones que debe llevar a cabo una televisión pública. Pero analicemos las audiencias. Oriol Junqueras tuvo 506.000 televidentes y un 21,8 % de share, Carles Puigdemont, 413.000 y 20,3 %. Lo destacable llega con la entrevista al representante del partido más votado en las pasadas elecciones autonómicas. A Carlos Carrizosa únicamente le vieron 91.500 catalanes (4,5 %). Parece que los votantes del partido mayoritario no ven la televisión que también pagan. Y los del PSC, muy similar. A Miquel Iceta lo vieron 123.000 (6,5 %).
Se podría afirmar que la televisión pública se ha convertido en una empresa privada para unos de una parte pero pagada por todos. Y no lo hemos evitado. O no nos han dejado evitarlo. O hemos dejado que no nos dejen evitarlo.