Todos los Santos Cataluña

La pandemia dispara los funerales de «beneficencia»

En Barcelona se realizaron 114 de estos servicios entre marzo y abril. En algunos casos, los fallecidos se encontraron sin nombres ni apellidos y están hoy en tumbas anónimas

El última finado del almacen temporal de Collserola salió entre aplausos de los empleados MÉMORA

Miquel Vera

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Cada mes se realizan en Barcelona decenas de funerales de beneficencia , un tipo de entierro en el que es el Ayuntamiento o la funeraria local la encargada de sufragar el coste del traslado, vela e inhumación de un fallecido o no tiene recursos o, directamente, no ha sido ni identificado por las autoridades. Esta práctica, limitada normalmente a personas extremadamente pobres, inmigrantes e indigentes ha vivido una auténtica eclosión durante la pandemia de coronavirus.

En Barcelona , solo los meses de marzo, mayo y abril, se realizaron 114 de estos servicios. En algunos casos, los fallecidos se encontraron sin nombres ni apellidos, así que descansan hoy en nichos únicamente identificados por un número, ligado a su expediente judicial, a la espera de que un juez logre dar con su identidad, algo que, demasiado a menudo, nunca ocurre.

«Lo habitual es que en vida la familia o un trabajador social del difunto acredite que esa persona no podrá pagar su entierro. En el caso de Barcelona, es nuestra empresa la encargada de sufragar los costes entonces», explica a ABC Fernando Sánchez , director de Relaciones Institucionales del grupo Mémora, responsable de los tanatorios de la capital catalana. En Madrid, por ejemplo, estos casos los paga el Consistorio con un presupuesto que ya tiene previsto para ello.

«El perfil de personas que enterramos es muy variado, hay de todo, inmigrantes, drogadictos o personas sin hogar, aunque son los que menos. La mayoría son ancianos con familia lejana que viven en los barrios más deprimidos de la ciudad», lamenta Sánchez. Esos funerales, explican desde Mémora, son sencillos, pero lo incluyen todo, ataud, traslado, unas horas de exposición y entierro en un nicho municipal.

Como sucedió en Madrid , una de las imágenes más duras que ha dejado la crisis sanitaria en Barcelona fue, precisamente, la instalación de una enorme morgue provisional en un sitio nada habitual, un parking de la montaña de Collserola. Allí se llegaron a acumular cientos de ataúdes esperando ser incinerados o enterrados, aunque fuentes del sector señalan que en Cataluña no se dieron las situaciones de caos y colapso de otras zonas de España y el mundo. En mayo, cuando la presión del sistema funerario empezó a decaer, los empleados de Mémora despidieron calurosamente al último finado del lugar entre aplausos y flores . Fue también un homenaje simbólico a todos los entierros no celebrados. Nadie lo reclamó. Seguramente, tampoco irá nadie a su tumba este Domingo de Todos los Santos.

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