Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día

El tiriterismo alcanza a la poesía

Leído con atención, hay que darle toda la razón a Dolors Miquel cuando dice que es un canto a la mujer, aunque habría que explicar el significado de la palabra «canto»

Confieso mi escaso interés, hasta ayer, por el asunto ese del Padrenuestro poético durante la entrega de los Premios Ciudad de Barcelona, en parte porque sospecho que la única sabiduría de nuestro tiempo es la de los tres monos sabios, taparse los oídos, los ojos y la boca, pero me hizo especial gracia la lectura de la columna de Joaquín Luna, un placer que me compensa el euro y pico invertido (verbo incorrecto, al menos políticamente) en La Vanguardia. No entraré en las enormes cualidades del artículo, tan incómodo, inteligente, gracioso, lúcido y provocador como casi todos los que escribe (invita, incluso, a la valiente lectora a leer su poema en Misa de doce), pero el caso es que me llevó a quitarme las manos, primero de los ojos, y leí el poema de la laureada poetisa, y ahora a quitármelas de la boca y hablar de él.

Leído con atención, hay que darle toda la razón a Dolors Miquel cuando dice que es un canto a la mujer, aunque habría que explicar el significado de la palabra «canto», que yo creo que va más por el lado de «cantazo» que por el de «cántico». No me considero un atinado lector de poesía (Neruda o Lorca me parecen cursis), pero en la lectura del «cantazo» no aprecié ni el más mínimo síntoma de cursilería; de hecho, hay algún verso tan directo y campechano como esos «lapos» de Piqué, como ese digno de Campoamor que dice: «santificado sea vuestro coño», o ese otro del último terceto de «y no permitáis que los hijos de puta aborten el amor», o ese final de contenido lirismo, «Por los siglos de los siglos, vagina»…

En fin, no hay cursilería en el poemazo de Dolors Miquel, aunque sí se aprecian unas briznas cuando se justifica por él: «es un canto a la dignidad del cuerpo de la mujer». Lo leo otra vez (el poema) y observo que sólo alude y reduce el cuerpo de la mujer a tres palabras, coño, útero y vagina, con lo que me quedo un poco perplejo ante la idea de dignidad y de cuerpo femenino que tiene Dolors Miquel, o su universo poético, y así, a botepronto, al universo poético que más se me parece es al de «El Fumi de Morata», ese personaje de José Mota, el del cubata, el de «iguálamelo y tiés feligrés pa toa la vida».

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