Spectator In Barcino

Tétrica Dinamarca (del Sur)

Si salimos de esta lo haremos a pesar de un gobierno independentista que ha entorpecido o bloqueado

Quim Torra Efe
Sergi Doria

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Los cartógrafos del separatismo llevan años situando en los mapas a la quimérica República Catalana: tras la pandemia, podría añadirse a la «Guía de lugares imaginarios» que Alberto Manguel y Gianni Guadalupi publicaron hace cuarenta años: «Nueva York, Calcuta, Madrid, son sin duda ciudades extraordinarias, pero no pueden compararse a la Ciudad Esmeralda de Oz, cuyos ciudadanos deben usar gafas de cristales verdes para percibirla en todo su esplendor, o la Ciudad de los Césares, prehispánica metrópolis americana, fuente de la primera democracia del Nuevo Mundo. Somalia y Lichtenstein interesan al turista; pero palidecen ante las maravillas de Narnia o la isla del doctor Moreau», escribía Manguel en el prólogo.

Como afirmaba Terenci Moix en un documental de 1999 recuperado por Betevé, «Barcelona era Alejandría cuando no reinaba el burro de Pujol». La cartografía pancatalanista marcó el minuto cero de esos medios de comunicación públicos que pagamos todos los catalanes para disfrute y solaz del cuarenta por ciento de población que vota a partidos independentistas. Entre los lugares imaginarios de la toponimia nacionalista, los fantasmagóricos Países Catalanes con los que TV3 adoctrina -viejo, conocido verbo- con un mapa del tiempo que podrían haber concebido los orates del Institut Nova Història…

«Me imagino a Cataluña siendo la Dinamarca del Mediterráneo», proclamó Artur Mas poco después de haber recortado con astucia la sanidad catalana y con la espoleta a punto para dinamitar la convivencia con el proceso independentista.

En aquella fase de ilusiones líricas que maquillaban, estelada en mano, el asalto al poder de una elite corrupta y extractiva, Cataluña podía ser Dinamarca, Austria o Massachusetts. Cuando uno funda su razón de ser política en la mentira, puede invocar cualquiera de los lugares imaginarios que mencionaba Manguel; por ejemplo, la Ciudad Esmeralda de Oz: en lugar de cristales verdes, el ilusionismo separatista se los puso amarillos. O Lichtenstein, por la evasión de capitales, conocida actividad del clan Pujol-Ferrusola.

Pero… ¡ay! la antipática realidad acaba imponiéndose. A raíz de los recortes sociales de Mas «el Soñador», en su Dinamarca (del Sur) la ratio de enfermeras por mil habitantes se quedó en 4, frente a las 16,8 de Dinamarca (del Norte).

El coronavirus ha dejado al nacionalismo en pelota picada . Tras el decreto del estado de alarma, Torra escupía invectivas contra el gobierno de España… El Vicario obviaba que la Generalitat había tenido hasta el 14 de marzo todas las competencias en sanidad… que no supo o no quiso ejercer.

El 24 de febrero, Joan Guix, secretario de Salud Pública con lazo en la solapa, señalaba que su problema era la gripe y no ese Covid-19 que llegaría en mayor o menor medida a todos los países europeos incluido el «Estado Español» donde, según sus cálculos «podría haber tres o cuatro casos». La -¿todavía?- consejera de Salud, lazo amarillo, pendientes del mismo color, veía «poco factible» que en Cataluña se produjera una emergencia como Italia: «Tenemos un sistema con buena capacidad de detección, de respuesta, un sistema sanitario potente».

Pocas horas después, acaecía el primer caso de coronavirus en Barcelona: una italiana que había viajado a Bérgamo y Milán. El dúo Vergés-Guix volvió a quitar importancia al contagio. El 80 por ciento de los casos son leves, advirtió el secretario del lazo amarillo. Aunque su departamento preveía «cierto goteo» de positivos, el coronavirus no le quitaba el sueño: «Estaríamos abrumados si tuviéramos casos comunitarios, pero nada hace pensar que sea así».

El 9 de marzo, después del contagio patriótico del mitin del Fugado en Perpiñán (29 de febrero) -Salud sigue sin aportar datos- y de la kermesse vírico-violeta del 8-M, con 28 fallecimientos en toda España, Guix seguía más preocupado por la gripe que por el coronavirus.

El secretario del lazo amarillo contaba con el entusiástico respaldo de su jefa (los dos de Esquerra, como el inepto El Homrani): «Si yo en Semana Santa me muevo de Igualada y voy a dar una vuelta por Vilanova i la Geltrú, o por donde sea, no estoy comportando ningún riesgo. Aquí en Cataluña todavía no estamos en una zona de riesgo», fardó Vergés.

Igualada, la patria chica de la -¡todavía!- consejera, acabó siendo uno de los peores focos europeos de coronavirus…

Si salimos de esta lo haremos a pesar de un gobierno independentista que ha entorpecido o bloqueado la labor solidaria del ejército español (despreciado), sanitarios (desprotegidos), Guardia Civil (Sant Andreu de la Barca), municipios (escuchen a Colau), diputaciones (escuchen a Marín) y ahora farmacias (mascarillas anunciadas por Torra sin distribuirlas).

Camino de los dos mil ancianos muertos en las residencias que su No Gobierno es incapaz de proteger, la Dinamarca del Sur republicana -la auténtica del Norte es una monarquía- remite más a la tétrica isla del doctor Moreau que a la Ciudad Esmeralda de Oz.

Y la ciudadanía… ¿seguirá votando a esta caterva?

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