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El Liceo estrena la ópera participativa ‘El monstruo en el laberinto’ con la colaboración de alumnos de institutos

Ensayos en el Liceo PEP DALMAU

Pep Gorgori

«Nada une más que sudar juntos», gritaba el coreógrafo Carlos Martos de la Vega hace más de un año, antes de la pandemia, en plenos ensayos de ‘El monstruo en el laberinto’, la ópera participativa de Jonathan Dove que se representa a partir del sábado 24 en el Liceo de Barcelona . A su alrededor, decenas de jóvenes de diferentes institutos de Cataluña corriendo, brincando, revolcándose por el suelo. Sin mascarillas y, en efecto, sudando. Juntos. Pocas semanas después, el confinamiento daba al traste con la ilusión de los estudiantes -y sus profesores- que durante meses habían estado trabajando para subir al escenario del Liceo y representar una ópera.

Un año después, ‘El monstruo en el laberinto’ será por fin una realidad. La obra fue un encargo del director de orquesta Simon Rattle al compositor Jonathan Dove, partiendo de la siguiente premisa: crear una ópera que apelase a los sentimientos de los jóvenes y que permitiese ser representada por un reparto en el que se combinasen músicos profesionales con estudiantes de música y alumnos de escuelas e institutos. Todo un reto para el que Dove escogió el mito de Teseo y el Minotauro .

Desde su estreno en la Filarmonía de Berlín en 2015, la ópera ha vivido ya más de una docena de representaciones en ciudades como Londres, París e incluso Taiwan. En Barcelona se pudo ver en el Festival Grec de 2018, con los coros del Orfeó Català . Para la producción del Liceo, los setecientos cantantes que se repartirán en cuatro funciones proceden de centros educativos de Cataluña, y contarán con el apoyo del Cor Bruckner y la Coral Càrmina, al lado de solistas como Roger Padullés (Teseo) y Gemma Coma-Alabert (madre).

Evitar el contacto

Donde hace un año había sudor y brincos, ahora hay mascarillas y distancias de seguridad. Y aun así, «la energía de esta gente no se parece a nada que hayamos vivido antes» , asegura el director de escena, Paco Azorín. Desde el patio de butacas apenas se nota, pero todos los movimientos escénicos están milimetrados para evitar el contacto entre miembros de diferentes grupos-burbuja. Para prevenir mezclas accidentales, en los ensayos cada grupo lleva incluso brazaletes de colores diferentes.

En manos de Azorín, el mito se actualiza. «Si pensamos en una sociedad como la que describe el mito, que condena a sus jóvenes a hacer una travesía por mar para luchar con un monstruo, yo creo que la metáfora contemporánea es el paralelismo es brutal», explica, para concluir: «En nuestra propuesta, el laberinto es el capitalismo, este mundo brutal que nos devora, y nosotros somos los individuos, los Teseos, que tenemos que luchar contra el monstruo». Desde esta óptica, D onald Trump y Greta Thunberg se erigen como iconos de la misma lucha, repetida miles de años después.

Para algunos de los jóvenes participantes, las pateras del Mediterráneo, también presentes en el montaje, son una escena lejana, contemplada a través de las redes sociales. Para otros, es su historia familiar, la vida de sus padres y sus hermanos. De ahí radica la fuerza de este proyecto. Son personas de procedencias muy diversas que, unidas, representan una función en un escenario tan imponente como el del Liceo . Muchos no han visto jamás una ópera. Algunos eran incluso reacios a participar. «Tenemos que lograr que todos se impliquen y se expresen», destaca Martos.

El trabajo de coordinación y artístico se nota. En una de las escenas, treinta alumnos se reparten chalecos reflectantes y se los ponen en medio minuto, respetando la distancia de seguridad mientras no paran de cantar. «¡Esto no es un chaleco de plástico de dos euros, sino que es la prueba inequívoca de que ahora ya formáis parte del equipo de Teseo!», les advierte Azorín, mientras les anima a repetir la escena, pero aún mejor. «Tenemos que hacer que cada vez parezca la primera vez que lo cantamos, y asegurarnos de que nos oigan desde la última fila del teatro», les instruye la directora de los coros, Buia Reixach.

La partitura, según el director musical, Manel Valdivieso , bebe de la sonoridad de Benjamin Britten y el instinto dramatúrgico del mejor Mozart. «No renuncia a nada, porque los grandes creadores son capaces de hablar de las cosas más grandes con palabras sencillas», asegura.

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