Juan Milián - Tribuna Abierta

El terraplanismo no es gratis

El proceso separatista está siendo toda una teoría de la conspiración financiada con dinero público

Aunque algo tarde, una parte de la sociedad británica se ha movilizado contra la demagogia. Han puesto voluntad y recursos para que la mentira no quede impune. Así, un joven activista, con una financiación obtenida por crowdfunding, ha logrado que Boris Jonhson responda ante los tribunales por afirmaciones como la de los supuestos 350 millones de libras que cada semana salían de Reino Unido hacia la Unión Europea para no volver. Jonhson era, entonces, alcalde de Londres, diputado y figura clave de la campaña a favor del Brexit y, hoy, su carrera hacia el 10 de Downing Street puede verse comprometida por aquellas palabras.

En Cataluña también hemos escuchado argumentos y falsedades parecidas. Se acordará el lector del «Espanya ens roba» difundido por todos los partidos separatistas. Y de la mentira repetida por Duran i Lleida sobre una supuesta sentencia del Tribunal Constitucional alemán que limitaba la solidaridad entre länder a un 4% de su PIB. Y de la falsa sentencia del Tribunal de La Haya sobre Kosovo que la entonces miembro del Consell Assessor per a la Transició Nacional, Pilar Rahola, paseó por los medios públicos. Y de Artur Mas prometiendo que los bancos se pegarían por venir a una Cataluña independiente. Y de Carles Puigdemont proclamando que la votación del 1-O tenía el aval de los Estados Unidos y de la Unión Europea. Y de tantas y tantas mentiras que han conseguido que se sientan oprimidos hasta los más privilegiados de una sociedad privilegiada como la catalana.

Sin ir más lejos, esta semana nos hablan de una resolución de la ONU y de una mayoría separatista en el ayuntamiento de Barcelona que no existen. Y es que el proceso separatista está siendo toda una teoría de la conspiración financiada con dinero público. Terraplanismo con toques posmodernos. Una confusión entre hechos y opinión que aturde incluso a los más ricos y preparados, porque nada tiene que ver con la desigualdad o la ignorancia. Es simplemente polarización sentimental e irresponsabilidad cívica. Sin embargo, la sociedad que devalúa la verdad no sale indemne. La confianza se rompe y todo lo que va asociado a ella también, por ejemplo, la convivencia y la prosperidad. Ahora algunos se quejan. ¿Demasiado tarde? Demasiado poco.

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