Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día

Tenemos a Sancho, nos falta El Quijote

En la Cataluña del proceso, la construcción del fracaso es ya más urgente que la construcción del proceso

La frase de Albert Rivera en la portada del ABC de ayer, «… Si no, habremos fracasado como país», era la gota amarga, un verso quevediano, la esencia de una conclusión, el efecto de una frase condicional que la precedía y en la que ya no creen ni los devotos. «Al PP y al PSOE no les queda otra que entenderse…, si no, habremos fracasado como país». Rivera, que es el político más en forma, y en fondo, y probablemente el único que no relaciona la grandeza con la fecha de hoy, sabe perfectamente que le pide a Pedro Sánchez algo que no puede dar, grandeza, y por lo tanto sabe también que su augurio es un dardo en la diana y que el fracaso está construyéndose con precisión para este país. Con precisión por parte de quienes aspiran a ese fracaso español , lo cual, aunque perverso, entra dentro de la lógica, y con precisión por parte de quienes serán también víctimas y lo purgarán en presente y en futuro, lo cual, aunque estúpido, es indecente.

En la Cataluña del proceso, la construcción del fracaso es ya más urgente que la construcción del proceso (el plazo de dieciocho meses es ya dilatable, moldeable, plegable al viento que soplará las velas), y el paisaje oscuro y pedregoso que se les abría con el descalzaperros de los resultados de las últimas elecciones autonómicas, se les clarea y allana ahora ante la luz que emite la bombilla de Pedro Sánchez antes de que se funda. Un Sancho en su Ínsula Barataria que va a ir viendo cómo pasan los platos ante él sin que se le permita catar ninguno. Y los que esperasen precipitación o pasos en falso de Puigdemont, que se percaten ahora de sus movimientos de puntillas a lo Chiquito de la Calzada, y que le irá dando a la CUP toda la alfalfa que pida para llenarle la andorga, y si hay que retirar las acusaciones por terrorismo urbano, se retiran; pero, en lo esencial, a esperar en plan Rajoy a que caiga maduro el higo de Pedro Sánchez.

En fin, tal vez la lucidez de Albert Rivera, que ve el jarrón roto después de estar casi pegado, le lleve también a preguntarse por qué le exige a Sancho, algo que él, como Quijote, no previó cuando había tiempo para ello, y comprenda que sus buenas intenciones regeneradoras del centro derecha español le exigían un entendimiento previo y a toda costa con el Partido Abatido.

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