Susana Ferrer Delgadillo - TRIBUNA ABIERTA
Huyendo hacia atrás
«Refugiado es todo aquel que huye debido a un miedo fundado ante un conflicto o persecución, buscando refugio o protección en un lugar distinto al de su origen o residencia. Abstengámonos de prejuzgar que el refugiado huye hacia un lugar mejor»
¿Qué tienen en común Albert Einstein, Dua Lipa, Freddie Mercury o el fundador de Google, Sergey Brin? Todos ellos son refugiados . Y todos ellos celebran hoy, en este mundo o donde estén, como todos deberíamos celebrar, el Día Mundial de los Refugiados .
Refugiado es todo aquel que huye debido a un miedo fundado ante un conflicto o persecución, buscando refugio o protección en un lugar distinto al de su origen o residencia. Abstengámonos de prejuzgar que el refugiado huye hacia un lugar mejor. Etimológicamente el 're' y el 'fugere' implican una huida hacia atrás, un retroceso, no un paso hacia adelante, como debería ser. El refugiado es un desplazado forzoso.
A los que habían huido de los conflictos violentos de Afganistán, Burkina Faso, Etiopía, Nigeria o República Democrática del Congo, se han añadido los ciudadanos ucranianos que se han visto obligados a abandonar su país, alcanzando la cifra mundial de refugiados los 100 millones de personas. Más del 1% de la población mundial. De estos 100 millones, la mitad son menores de edad.
El derecho internacional dispone de un único texto normativo que regula la situación jurídica del refugiado en sentido estricto, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.
A nivel europeo, la Directiva 2013/33/UE, incorporada en parte al derecho español mediante el Real Decreto 220/2022 de 29 de marzo, prevé normas para la acogida de los solicitantes de protección internacional.
Son innegables los esfuerzos de los países de acogida , siendo Turquía, Colombia, Pakistán, Uganda y Alemania, por este orden, los que reciben y asilan al mayor número de refugiados. Aun así, los recursos, la coherencia en la organización de medios, la voluntad política que permita una legislación sólida para crear una red internacional solvente de gestión de asilo y acogida de estas personas y, en definitiva, los sistemas de protección efectivamente desarrollados por los estados ante esta situación, siguen siendo insuficientes.
Veamos el supuesto de hecho concreto. Se estima que en los últimos meses han llegado a España 135.000 ucranianos.
Todos conocemos a algún vecino o pariente que ha atravesado Europa al volante de una furgoneta alquilada, cargado hasta los topes de todo tipo de materiales de primera necesidad, y ha vuelto con la furgoneta llena de refugiados cuyo último destino han sido los domicilios particulares de grandes personas que, ante el drama humano, se han sentido en la obligación de abrir las puertas de su casa y acoger, como miembros de su familia, a quienes han tenido que, literalmente, abandonarlo todo para salir corriendo hacia una vida, necesariamente peor, que la que tenían antes de que les estallaran las bombas sobre sus casas y ciudades.
¿Por qué han sido los particulares quienes han asumido, no solo la protección, sino además la responsabilidad de acoger a estas personas, en muchas ocasiones sin control alguno, sin medios y sin ayuda? Sería plausible pensar que porque el sistema autonómico, nacional e internacional de asilo no está a la altura de las exigencias de un mundo cada vez más inhóspito para muchos.
Sirva el día de hoy para que todos los que están en posición de hacer algo al respecto recuerden lo esencial que es su labor para proteger la vida y la dignidad de todos los que, como decíamos, han tenido que hacer una huida hacia atrás que, por desgracia, se presume irreversible.
Susana Ferrer Delgadillo es vicedecana del Colegio de la Abogacía de Barcelona .