Sonia Sierra - Tribuna Abierta
TV3, coto privado del nacionalismo
El nacionalismo catalán se basa, esencialmente, en la idea de «una lengua propia» según la cual a cada lengua le corresponde un país.
Las palabras de Mariàngela Vilallonga en la entrevista de Josep Cuní son un buen epítome del nacionalismo que ha gobernado Cataluña desde la restauración de la democracia. TV3 es casi única y exclusivamente en catalán, como ordena su propio libro de estilo, pero la Consejera de Cultura de la Generalitat, aún y así, ve demasiado español en TV3. Esto la llevó a explicar con total naturalidad que les había dado un toque para que no volviera a pasar. Que TV3 es un organismo al servicio de los políticos separatistas no es ninguna sorpresa, pero se agradece la sinceridad de Vilallonga para expresarlo sin ningún tipo de tapujos porque lo habitual es que lo nieguen.
Toda la polémica viene porque en la serie Drama se alternan diálogos en catalán y español, que es lo que sucede en Cataluña. En este caso, la proporción aproximada es de 70% catalán y 30% español, aunque en la vida real, las cifras serían más bien inversas. Cabe recordar que, mal que les pese a los nacionalistas, en Cataluña la lengua materna mayoritaria es el español. Cuando TV3 osó emitir el primer capítulo de Drama, se desató la cólera en las redes sociales porque a los separatistas les parecía totalmente inadmisible que en una serie se hablara en español. ¿Es la única vez que en TV3 se ha hablado en este idioma? La respuesta es no. Son asiduos a los medios catalanes Otegi y otros condenados por terrorismo y también personajes mediáticos como Cotarelo o Bea Talegón que intervienen en español sin que eso moleste a su parroquia. Y han aparecido en otras series y programas de supuesto humor personajes con esa misma lengua.
Entonces, ¿a qué viene tanto escándalo? Pues que ninguno de los personajes castellanohablante es inmigrante, delincuente, violento, prostituta o facha recalcitrante, que son los papeles que, hasta el momento, habían hablado en español en TV3. Esto, lejos de ser una anécdota, forma parte de las estructuras profundas del pensamiento nacionalista. Hace unos años fui con alumnos de instituto a ver una obra de teatro que consistía en una serie de escenas de intencionalidad didáctica para prevenir las enfermedades de transmisión sexual. Los múltiples personajes que iban desfilando por el escenario hablaban en catalán, incluida una filóloga de Salamanca, hasta que llegó la escena de la cárcel y allí todos los presos hablaban español. Me pareció tan indignante que presenté una queja que, por cierto, jamás contestaron.
Y es que, como les decía, todo el episodio de Vilallonga es un buen epítome del nacionalismo catalán. Ella dijo algo que ha pasado bastante desapercibido, pero que a mí me parece un reflejo fundamental del pensamiento que gobierna Cataluña: “la lengua y la cultura son las que nos hacen ser lo que somos. No existiría la Generalitat de Cataluña si no fuera porque tenemos una lengua y una cultura diferentes”. El nacionalismo catalán se basa, esencialmente, en la idea de “una lengua propia” (aberrante concepto que no tiene ningún tipo de sentido ni de reconocimiento en Lingüística y que no se usa en ningún otro lugar) según la cual a cada lengua le corresponde un país. La idea es bastante absurda porque se calcula que en el mundo hay unas 7.000 lenguas y solo 194 países, pero para los nacionalistas es una realidad indiscutible que lleva a decir a una Consejera de Cultura (¡de Cultura!) que la Generalitat no existiría si no fuera por el catalán, como si el resto de CCAA no tuvieran sus instituciones de autogobierno o como si en el pasado, la Generalitat no hubiera sido un organismo de la Corona de Aragón encargado de recaudar impuestos.
Para las ensoñaciones nacionalistas, Cataluña es el catalán y el catalán es Cataluña, pero la verdad es que si por algo se caracteriza Cataluña es por la suerte de tener tres lenguas: el español, el catalán y el aranés. Vilallonga, como ese Quijote de la 2ª parte que empieza a intuir de alguna manera que aquello que él ve no se corresponde con la realidad, reconoce implícitamente que Cataluña es plurilingüe y entonces –miedito- dice que su obligación es defender que nos expresemos únicamente en catalán y que “la realidad la podemos cambiar si queremos”. Voila, la ingeniería social que puso en marcha Pujol expresada en boca de un miembro del gobierno separatista.
Vilallonga es una entusiasta defensora del pensamiento decimonónico y no en vano tiene más de un escrito en el que habla de la “raza catalana”. Además es firmante del repugnante Manifiesto Koiné que defiende que el catalán debe ser la única lengua oficial de Cataluña con afirmaciones hirientes y falsas como aquella que señala a los catalanes nacidos en el resto de España como instrumentos involuntarios de colonización lingüística en manos del franquismo. Y es que así es la concepción de la Cultura del Gobierno de la Generalitat: arcaica, excluyente y en contra del signo de los tiempos. Drama fue emitida por una plataforma de TVE para toda España e Hispanoamérica sin que eso supusiera ningún escándalo, pese a ser mayoritariamente en catalán, lengua que no es oficial ni en España ni en ningún otro de los países donde se ha emitido. Y, sin embargo, ha desatado el odio en ciertos sectores de Cataluña pese que aquí el español es lengua oficial y, además, mayoritaria.
En todo caso, los realizadores de la serie deben de estar encantados. Muchas personas, entre las que me cuento, hemos visto Drama gracias a la polémica y hemos descubierto un producto ingenioso, con una factura fresca y unos actores solventes. Si el nacionalismo no les apretara tanto el cerebro a los separatistas, estarían encantados de que en el resto del mundo se den a conocer productos audiovisuales catalanes de calidad y que el catalán se pueda difundir a unos niveles que difícilmente alcanzarán el Institut Ramon Llull o cualquier otra institución académica. Y es que, sin duda, nadie es más perjudicial para Cataluña y para el catalán que los separatistas.
Sonia Sierra es diputada por Ciudadanos en el Parlamento