Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día

Solo falta Espartaco en el juicio del 9-N

Da un poco de pena ver, a los mismos, sacar pecho y arrugarse con solo unos metros de distancia

Igual lleva razón Carles Puigdemont cuando dice que este juicio a Artur Mas (y a todo el entramado diletante y lego de la celebración del 9-N) será juzgado por la Historia, pero, antes que eso pase, incluso antes de que sea juzgado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, el propio juicio de uno mismo ya empieza darse una somera idea de la pobreza del asunto. Da un poco de pena ver, a los mismos, sacar pecho y arrugarse con solo unos metros de distancia.

Ya sospecha uno que entre el secesionismo de opereta e incapaz de interpretar correctamente la resolución de un Tribunal no se encuentran personajes para la Historia, que no hay ni Espartacos, ni Luther Kings, ni aquel estudiante chino ante el tanque de la Plaza Tiananmen (sería absurdo, por otra parte, dadas las circunstancias febles de nuestro Estado de Derecho), pero es que resulta grotesco esa combinación de mentón poderoso en el trayecto hasta el Tribunal y esa caída de ala (por no hablar de otras prendas) una vez dentro. Tras unas cuantas sesiones, ya tenemos un culpable de todos los desmanes y desobediencias a la Ley que se produjeron en aquella fecha histórica: la gente.

Ni ellos, el trío protagonista, Mas, Ortega y Rigau, entendieron nunca la enrevesada orden del Tribunal Constitucional (“no lo hagáis”), ni el resto de los deponentes de las últimas horas, Rigol, Viver, Trías, De Gispert, y tal, encontraron más responsables que a los voluntarios participantes de aquella pantomima. ¿Se merece, acaso, la imagen de hombre serio que desprende Joan Rigol una manita de pintura tan vergonzosa?... En fin, que ni leyendo a todo el mamporrerismo de la prensa oficial, que los tiene siempre hidratados entre el masaje y el spá, se le va a uno la impresión de que las estrategias de las defensas (“yo no sabía”, “fueron ellos”, “a mí nadie me dijo nada”…) están reñidas con la grandeza histórica que quieren aparentar.

Hasta los pasotas de la CUP están desconcertados con el mentón alicaído de Artur Mas. Visto lo cual, el soberanismo irrebatible, el del sí o sí, el que se corta el pelo a tajos, no se puede fiar ni de esa rosa de los vientos que es el mentón de Mas (y la jeta de la tropa), que igual sube que baja, que igual desobedece retador que se pone melosón y acusica. Al final, el marrón se lo come Homs, que es el más listo.

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