Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día
Una sola lengua para un solo pensamiento
El español es una lengua impuesta y propia de la inmigración, sostienen los multifirmantes del manifiesto, todos ellos «intelectuales», «escritores» y «educadores»
Cuando se habla aquí, en Cataluña, del pensamiento único, no se hace alumbrándose con Schopenhauer o con Marcuse, sino que es un concepto mucho más manejable porque, en realidad, se trata únicamente de un leve desorden sintáctico: se quiere decir único pensamiento. La facultad de tenerlos (los pensamientos) en el ser humano es difícil de medir, pero, en principio, abarca desde el uno hasta el infinito. Pues tal parece que en la política catalanista se haya estancado en el uno… Y como sólo tengo un pensamiento, ha llegado el momento de ser consecuentes y darle salida en una sola lengua: hoy se presenta con enorme pompa (y como decía Ramón Gómez de la Serna, todas las pompas son fúnebres) un manifiesto con la intención de erradicar el español de la vida catalana, puesto que la normalización lingüística consiste en barrer de la inminente República cualquier deseo de bilingüismo.
El español es una lengua impuesta y propia de la inmigración, sostienen los multifirmantes del manifiesto, todos ellos «intelectuales», «escritores» y «educadores» que están en desacuerdo con esa promesa llena de burdo maquillaje electoral de los políticos separatistas sobre la indiscutible cooficialidad del español y el catalán en el nuevo Estado desconectado. Tal vez resulte un poco brusco este ataque de sinceridad para los cientos de miles de hispanohablantes que aspiran y apoyan un Estado catalán independiente diciendo «olé» y «mi arma», pero hay que reconocer que tiene su lógica: puesto que se pretende un solo pensamiento, basta expresarlo en un solo idioma. Es cuestión de hacerle un pequeño arreglo a esas Plataformas del Súmate para atraer a catalanes hispanohablantes al proceso soberanista, y empezar a llamarlas Plataformas del Réstate… Pobre Rufián, que tal vez tenga que adecuar el «tempo adormidera» de su español pimpante a un rítmico catalán y ya no se ponga tan melodramático cuando se llame a sí mismo «charnego».
Y algo bueno traerá, seguro, esta unicidad de pensamiento y lengua: acaso, esta imposición del catalán único y obligatorio nos libre, al menos, de esa pancarta hortera y paleta del Camp Nou, «Catalunya is not Spain», que guardan en el estadio para las grandes ocasiones… O igual, por necesidad de gimnasia lingüística, a alguien le da por comprarse algún libro de Cabré, Mira, Veny o algún otro escritor firmante, y tiramos un cohete.