Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Sijena

El asunto de las obras de arte de Sijena ha desatado alguna reacción digna de estudio

El asunto de las obras de arte de Sijena ha desatado alguna reacción digna de estudio. En pocos días, he recibido, por diversas vías, varias copias de un mismo artículo -original en lengua catalana- titulado «Madrid sí que paga a los traidores: el caso de Sijena». Una soflama en toda regla que llama la atención y refleja ciertas obsesiones de una parte del nacionalismo catalán.

Primera obsesión: el irredentismo. ¿Sijena? Pues, «se encuentra en aquella zona de Cataluña que llamamos la Franja de Ponent, que es la parte de Cataluña que Javier de Burgos inicuamente puso bajo control de provincias aragonesas en 1833».

Segunda obsesión: el supremacismo solidario. El arte de Santa María de Sijena, saqueado durante los primeros meses de la Guerra Civil, fue rescatado altruistamente por la Generalitat gracias a una inversión de dinero que «puede decirse que los catalanes se quitaron de la comida».

Tercera obsesión: el supremacismo cultural. El arte de Sijena se llevó a Barcelona donde fue depositado, custodiado, restaurado y protegido: «si Cataluña y los catalanes no hubieran intervenido, todas las obras de arte de Sijena se hubieran perdido para siempre».

Tercera obsesión: el supremacismo identitario. En 1992, el monasterio «cedió» las obras a la Generalitat, previo pago de 40 millones de pesetas. Compra encubierta que salvó el patrimonio: «si se hubieran dejado las obras de arte del monasterio bajo la responsabilidad de los aragoneses, ya se hubieran destruido, no existirían».

Cuarta obsesión: el victimismo patológico. Ahora -con el dinero gastado y el trabajo hecho-, los aragoneses tienen la «cara dura» («barra», en catalán) y «el cinismo» de «hablar de expolio» y «exigir el retorno a Aragón». Traca final: «lo importante es humillar a Cataluña y premiar a los aragoneses… que han pasado a someterse con gusto al estado español… quizá, Roma no pagaba a los traidores, pero Madrid, por lo que se ve, sí que lo hace».

Expuesto lo cual, dejo el caso en manos de sociólogos y psicólogos.

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